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sábado, 9 de junio de 2012

FUNDAMENTOS CIENTIFICOS DEL OCULTISMO







los bebés no recuerdan haber nacido y no poseen la facultad de retener esa
experiencia en el cerebro. Becker afirma que la percepción infantil es demasiado
deficiente como para ver lo que pasa durante el nacimiento.
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Otro argumento, apoyado por ciertos estudios, es que los chicos tienen poca
memoria para formas o diseños. Y como sus cerebros no están bien desarrollados
y no han sido expuestos a la vida fuera del vientre materno, tienen poca capacidad
para codificar lo que ven.
Una nota final para la teoría de Sagan: la mayor parte de las veces la
experiencia del túnel implica un rápido pasaje hacia una luz al final del túnel. En la
experiencia real de nacer, el rostro del niño se aprieta contra las paredes del
canal. Los bebés no están mirando hacia una luz que se acerca, como sugiere la
teoría de Sagan. A medida que se ven empujados hacia su entrada al mundo, no
pueden ver nada.
Algunos han denominado la experiencia del túnel la "entrada al otro mundo", y
por lo común se la describe como la sensación que se tiene al acelerar a través de
un túnel hacia un punto de luz al final que se va haciendo cada vez más grande.
Algunos investigadores creen que la experiencia del túnel se debe a la reacción
del cerebro al creciente nivel de dióxido de carbono (CO2) en la sangre. Este gas
es un subproducto del metabolismo del cuerpo: se aspira oxígeno y se exhala aire
que contiene un nivel más elevado de CO2. Cuando una persona deja de respirar
por un ataque al corazón o una lesión grave, el nivel de CO2 en la sangre se eleva
rápidamente. Cuando el nivel se eleva demasiado, los tejidos empiezan a morir.
Como la inhalación de CO2 se usó mucho en los años '50 como una forma de
psicoterapia, sus síntomas son conocidos y han sido experimentados por una
respetable cantidad de pacientes. Los estudios de esta terapia anticuada
describen la experiencia como un viaje por un túnel o como un estar rodeado de
luces brillantes. La información es que la inhalación de CO2 está acompañada por
cosas como seres de luz y revisiones de la vida. Casi podríamos aceptar la causa
de la experiencia del túnel como la presencia de demasiado CO2 (lo que seguiría
sin explicar las "clarividencias" de ese momento) si no fuera por la investigación
del doctor Michael Sabom, cardiólogo de Atlanta, Estados Unidos. En algunos
casos, Sabom midió el nivel de oxígeno de pacientes en el mismo momento de
sus ECM y encontró que dicho nivel era superior al normal. En todo caso, el
hallazgo de Sabom demuestra la necesidad de continuar las investigaciones.
Algunos postulan que las ECM son solamente alucinaciones, hechos mentales
producidos por el estrés, falta de oxígeno o, en algunos casos, drogas. Sin
embargo, uno de los argumentos más fuertes en contra de la ECM como
alucinación es su aparición en pacientes cuyos electroencefalogramas (EEG) son
completamente planos.
El EEG mide la actividad eléctrica del cerebro, registrándola mediante unas
líneas inscriptas en una tira de papel. Estas líneas suben y bajan en respuesta a la
actividad eléctrica del cerebro cuando la persona piensa, sueña, habla o hace
virtualmente cualquier cosa. Si el cerebro muere, el EEG produce líneas planas, lo
que implica que el cerebro es incapaz de pensar o actuar. Un EEG plano es en la
actualidad la definición legal de la muerte en muchos países.
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Pero hay muchos casos en que gente con un EEG plano ha tenido ECM. Por
supuesto, vivieron para contarlas. Sólo el mero número de esta gente indica que,
al menos con algunos, las ECM han ocurrido cuando estaban técnicamente
muertos. Si hubieran sido alucinaciones, se habrían visto reflejadas en el EEG.
Deberíamos decir que los EEG no son siempre la medida exacta de la vida del
cerebro. Algunas veces, éste puede estar vivo a un nivel tan bajo que el EEG no
registra ninguna actividad. Del mismo modo existe una multitud de fenómenos
científicos fascinantes acerca de los que el público lego nunca oyó hablar. Entre
ellos están las alucinaciones autoscópicas. Algunos escépticos han sostenido
que las experiencias fuera del cuerpo que han descripto las personas con ECM no
son nada más que eso. Pero hay una gran diferencia entre las dos. Una
alucinación autoscópica es una proyección de la propia imagen en el propio
espacio visual, de modo que uno se "ve" a sí mismo del modo en que vería a otro.
Esta experiencia algunas veces está relacionada con fuertes dolores de cabeza y
epilepsia.
En general, una persona ve sólo su propio torso. Pero en ocasiones, la gente da
cuenta de haberse visto todo el cuerpo. Muy a menudo la imagen parodia los
movimientos de la persona que está viviendo la experiencia autoscópica. Por lo
común, se la describe como una imagen transparente y por razones totalmente
desconcertantes para nosotros, el fenómeno ocurre generalmente durante el
ocaso. Abraham Lincoln dijo haber tenido tal experiencia en la Casa Blanca. Una
noche estaba sentado en un sofá y vio una imagen completa de sí mismo, como si
se estuviera mirando en un espejo. Imposible decir qué efecto tendría hoy un
informe como éste desde la Casa Blanca.
Moody fue testigo directo de un caso semejante con una víctima de un ataque
de apoplejía que atendió en un hospital. Le dijo que el primer síntoma de la
enfermedad le vino mientras estaba sentado durante una cena y empezó a sentir
dolores de cabeza. No pensó mucho en ello hasta que levantó los ojos y se vio a
sí mismo entrando en la habitación. Tenía puesto un traje con una flor en el ojal, y
se disponía a sentarse y pasar un buen rato.
Estos fenómenos existen y son ampliamente conocidos. Pero son muy distintos
de las experiencias fuera del cuerpo (EFC, en literatura angloparlante se las llama
OOBE: out of body experience) que suceden durante las ECM. En la EFC típica, la
persona dice tener su punto de vista fuera del cuerpo físico. Y que ve su cuerpo
desde cierta distancia. No ve al cuerpo como transparente, sino sólido, como en la
vida real. Asimismo, habla de un centro de consciencia localizado fuera del cuerpo
físico.
En una alucinación autoscópica la consciencia está dentro del propio cuerpo,
igual que en la experiencia del lector al leer estas líneas. El punto de vista de una
EFC es diferente, además, en otros sentidos. Por ejemplo, las personas con EFC
frecuentemente afirman que andan a su alrededor y pueden describir con
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precisión lo que sucede en lugares que sus cuerpos no están ocupando. Puesto
que la perspectiva en las alucinaciones autoscópicas son desde el cuerpo físico,
este fenómeno no permite viajar.
Algunos creen que las ECM configuran un mecanismo de la mente para poder
enfrentarnos con nuestra peor realidad, la muerte. De acuerdo con esto, lo
siniestro de la situación lleva a la mente a engañarse a sí misma y hacerse creer
que está en una situación mejor. He aquí una versión simplificada de esta teoría:
- Hay dos maneras de responder a un peligro. Si podemos hacer algo físicamente
para cambiar la situación –apartarnos de un automóvil que nos va a atropellar– lo
hacemos. Si no podemos hacer nada –si el coche nos atropella– entonces la
mente debe volverse hacia adentro para poder manejar el problema. Hace esto
disociándose de la situación, y en algunos casos creando un mundo de fantasía.
- Aunque la fantasía pueda parecer una manera pasiva de enfrentar un problema
como el de ser atropellado por un auto, puede ser lo mejor que podemos hacer;
puesto que una situación de vida o muerte es dolorosa o paralizante, estamos
demasiado afligidos como para tomar medidas físicas contra el dolor.
- Para conservar energía y mantener el cuerpo en funcionamiento, la mente se
desliza más profundamente en su cómoda fantasía. Esto nos permite poner fuera
de foco al extremo dolor, y hacer que el cuerpo se relaje un poco para manejar
mejor sus problemas internos.
- En el dolor, el cerebro fabrica los llamados opiatos cerebrales, o endorfinas, que
son cerca de treinta veces más poderosas que la morfina. Podemos llegar a sentir
sus relajantes efectos después de una sesión de vigoroso ejercicio. Son la causa
de la deliciosa sensación conocida como el "high" del corredor. Pero en el caso de
ser atropellado el cerebro fabrica mucho más de esta sustancia que en el caso del
corredor. entonces, la disociación y la fantasía se hacen mucho más intensas.
Empiezan a pasar cosas raras. Uno cree dejar el cuerpo. O quizás se encuentra
volando por un túnel a velocidades supersónicas hacia una luz brillante. Puede
que veamos a nuestros abuelos muertos o a otros parientes fallecidos. Puede que
nos salude un magnífico ser de luz y que nos lleve a un examen de nuestra vida.
Tal vez querríamos quedarnos en este "cielo", pero el ser de luz dirá que es hora
de volver. En instantes –no sabemos cuánto tiempo, realmente– sentimos como si
nos "aspiraran" hacia el cuerpo.
- Volvemos cambiados al cuerpo real. Esta experiencia provocada por una droga
producida por el cerebro nos ha cambiado. Nos ha hecho ver el mundo de otra
manera. Se puede pensar en este episodio como un avizoramiento de la vida en el
más allá. Pero algunos investigadores piensan simplemente que acabamos de ver
nuestro "último cuento antes de dormir".
Esta teoría es muy prolija. Pero no explica las ECM. En primer lugar, no
sabemos de ninguna investigación que relacione las endorfinas con alucinaciones
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u otros fenómenos visuales. Sin embargo, sí sabemos que los corredores de fondo
y otros atletas en deportes de resistencia producen una extraordinaria cantidad de
endorfinas cuando se entrenan o compiten. Con frecuencia se sienten eufóricos
después de una intensa ejercitación. Pero no conozco ningún caso de atletas de
resistencia que hayan informado de elementos de las ECM, a menos que se
hayan casi muerto durante el ejercicio. El último cuento antes de dormir tampoco
explica las experiencias fuera del cuerpo en las que se describen objetos y
acontecimientos con toda exactitud desde fuera del cuerpo.
Puede que aquellos que no se sienten capaces de enfrentar un rápido
acercamiento de la muerte la nieguen creando la fantasía de que sobreviven. Esta
es una forma de realización de deseos. Es defensiva por naturaleza porque
pretende defendernos de la aniquilación total. El más obvio argumento en contra
de esto es que todas las personas con ECM básicamente tienen la misma
experiencia. Si fuera simplemente una realización de deseos, los informes de ECM
serían todos distintos, sin nada en común.
Otra dificultad de esta explicación es que una defensa psicológica como la
realización de deseos mantiene el status quo, ya que la psiquis quiere permanecer
intacta. Una experiencia cercana a la muerte es muy diferente por el hecho de que
representa un descubrimiento. En vez de mantener a la gente como era, las hace
enfrentar la vida de un modo que nunca hicieron antes.
Después de la ECM, la gente se enfrenta a sus verdades personales de manera
profunda. Y esto le hace feliz. Al revés de la expresión de deseos que se conoce
como "soñar despiertos", que nos alivia temporalmente respecto del mundo, la
ECM es una plataforma de lanzamiento hacia un cambio que durará toda la vida.
Por más de treinta años, el doctor Moody ha trabajado en la vanguardia de la
investigación de las ECM. A lo largo de sus estudios, ha escuchado los relatos de
miles de personas sobre sus viajes profundamente personales hacia... ¿dónde?.
¿Al mundo del "más allá"?. ¿Al "cielo" que le enseñaron en su religión?. ¿A la
región del cerebro que se revela sólo en momentos de desesperación?.
Hemos hablado con muchos investigadores en ECM acerca de sus trabajos. La
mayoría cree en lo profundo de su corazón que las ECM son una percepción de la
vida después de la vida. Pero como científicos, aún no han conseguido la "prueba
científica" de que una parte de uno sigue viviendo después que nuestro ser físico
muere. Entretanto, seguimos tratando de contestar de una manera científica la
desconcertante pregunta: ¿qué pasa cuando morimos?.
No sabemos si la ciencia podrá alguna vez responder esta pregunta. Puede ser
considerada desde casi todos los ángulos, pero la respuesta nunca será completa.
Incluso si la ECM fuera duplicada en un laboratorio, ¿después qué?. La ciencia
oiría otra vez la historia de un viaje que no se puede verificar.
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A menudo me preguntan si creo que las ECM constituyen evidencia de vida
después de la muerte. Mi respuesta es que sí. Son varias las cosas que me hacen
aseverar esto con total convicción. Una es la experiencia fuera del cuerpo, en las
que las personas describen detalladamente los intentos de salvarle la vida. Lo que
más me impresiona respecto de las ECM son los enormes cambios de
personalidad que se producen en la gente. La realidad y poder de las ECM queda
demostrada por la transformación total de quienes tienen la experiencia. Basado
en tal examen, estoy convencido de que las personas con ECM llegan a visitar el
más allá, y a pasar brevemente a esa otra realidad.
Carl Jung resumió este sentir sobre la sobrevivencia a la muerte en una carta
escrita en 1944. Es especialmente significativo puesto que el mismo Jung, justo
unos meses antes de escribir la carta, había tenido una ECM durante un ataque al
corazón. "Lo que sucede después de la muerte es tan inexpresablemente glorioso
que nuestras imaginaciones y sentimientos no bastan para formarnos siquiera un
concepto aproximado de ello" (...) "Tarde o temprano, todos los muertos se
transforman en lo que también somos. Pero en esta realidad, sabemos poco y
nada acerca de ese modo de ser. ¿Y qué sabremos aún de esta tierra después
que muramos?. La disolución en la eternidad de nuestra forma inserta en el tiempo
no hace que se pierda su significado. Mas bien, lo pequeño se conoce a sí mismo
como parte del todo".
PORQUÉ LOS CIENTÍFICOS SE RESISTEN A INVESTIGAR LA VIDA
DESPUÉS DE LA MUERTE
Hay dos características principales fácilmente discernibles en la literatura
actualmente existente en el mercado en torno al tema de la sobrevivencia a la
muerte. Por un lado, el hecho de que la misma consiste en una recopilación más o
menos confiable –según el caso– de anécdotas que abonarían tal hipótesis,
enfoque éste que si bien puede resultar interesante para abrevar en las fuentes
que motivan estudios como el presente, no es menos cierto que responde a un
interés más consumista del gran público, generalmente reacio a sumergirse en
elucubraciones más o menos complicadas.
La segunda característica observable, es que si bien muchos de esos textos
están escritos por profesionales que pueden recibir holgadamente la calificación
de científicos –Moody, por ejemplo– como comentara, evitan referirse a la cuestión
que da título a estos párrafos y que puede ser crucial a la hora de zanjar
definitivamente el tema de la aceptación académica –o no– de la vida después de
la muerte.
Obviamente, sería pedante de mi parte creer que estamos en condiciones de
responder taxativamente a este interrogante desde aquí, pero, cuanto menos,
considérense los argumentos que siguen como un modesto aporte de ciertas
reflexiones que, o bien encauzarán planteos y requisitorias posteriores en ese
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sentido, o bien, quizás detonando vaya a saberse qué oscuros mecanismos
psicológicos, provoque en algún científico lector, tal vez hasta ahora
prudentemente escéptico en el tema, una vocación dormida por investigarlo.
Tal pregunta –la del título– puede completarse con este interrogante
subsiguiente: ¿Cómo es posible que el tema más trascendente, importante y
común a la especie humana, como es la muerte –ya que, de hecho, nos toca
a todos– ha recibido tan poca atención por parte de los esquemas
académicos?. Y en cuanto a la Vida después de la Muerte, aun si se tratara sólo
de una mera, remota e infantil posibilidad... ¿acaso no merecería, aun así, ser
exhaustivamente investigada?. Porque por remota que fuera tal probabilidad, la
más lejana estadística que avalara su existencia significaría una revolución
filosófica, cultural, religiosa, social y hasta política de inconcebibles alcances para
la Humanidad.
Varios argumentos pueden oponerse a esto. En primer lugar, y a riesgo de que
parezca una reducción simplista, creo personalmente que todo estriba en una
cuestión de prejuicios. Aunque el término correcto sería escrito así: pre-juicios.
Es decir, como muchos científicos no creen "serio" el tema de la vida después de
la muerte, sencillamente no se plantean el investigarlo. Lo que equivale a decir
que como no creen a priori, entonces, ¿para qué seguir?. Esta, ciertamente,
parece una actitud muy poco científica, ya que generalmente se tiene la impresión
de que un científico considera el tema a investigar con absoluta objetividad e
imparcialidad, despersonalizando la investigación de sus creencias y expectativas,
hasta llegar a un resultado incontrastable. Pero no necesariamente es así.
Dejando de lado el altísimo número de descubrimientos que son más obra de la
casualidad (como Fleming y la penicilina, por ejemplo) que de la búsqueda
consciente, en los demás casos el investigador procede de la forma exactamente
opuesta: ya tiene una sospecha, una idea sobre un tema determinado, y es en
función de esa sospecha y no del tema en sí que se diseñan los
experimentos que llevarán a su ratificación o rectificación. Si no aparece
alguien con la audacia suficiente, se puede tener a mano todo el instrumental, todo
el esquema teórico, los mejores cerebros disponibles y, aun así, pasar por alto
verdades evidentes y sencillas.
El prejuicio a que hiciéramos referencia se relaciona –para descargo de los
científicos– con una cuestión cultural entendible. Socialmente, hasta fechas muy
recientes, el tema de la vida después de la muerte era "poco serio", más dominio
de las religiones, los iluminados y los espiritistas que campo de análisis
universitario. Y en un mundo donde la Ciencia no está encerrada en torres de
cristal sino que compite salvajemente por conseguir un lugar en el establishment,
dedicarse a investigar este tema puede costarle al audaz no sólo el título de
"brujo" sino también, alejarlo significativamente de subvenciones, becas,
invitaciones a congresos, editoriales respetables y cátedras, conjunto de
elementos que hacen, lógico, al modus vivendi del científico de este siglo.
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Y no se crea ver en este comentario un concepto hiriente del
espiritismo, aunque creo personalmente que el mismo poco tiene que ver con la
verdadera investigación sobre el tema, y me explico: si bien muchas escuelas
espíritas se endilgan el mote de "científicas" y se habla de una "ciencia del
espiritismo", tengo mis buenas objeciones al respecto. En primer lugar, porque esa
historia de diálogos morales y paternales de los espíritus hacia asombrados
humanos no guarda mucha coherencia con la estructura de pensamiento que
hemos esbozado a lo largo de estas líneas (salvo, quizás, con los comentarios
sobre Moody el cual, como buen ser humano, también tiene derecho a
equivocarse) la cual, aunque quizás falible, intenta poner un orden metodológico
en un caos que de lo contrario seguiría siendo inabordable por un intelecto crítico.
En segundo lugar, las descripciones sobre la vida en el más allá y sus enseñanzas
puritanas suenan demasiado decimonónicas, barrocas y tendenciosas; reflejan la
extensión de un concepto cristiano de la vida, cuna, por otra parte, del espiritismo
codificado a mediados del siglo pasado por el francés Hyppolite León Denizard
Rivail (alias "Allan Kardec"), a mi criterio, uno de los pocos pensadores que dio a
luz esta corriente religiosa digno de consideración, aunque anticuado. Como ya he
escrito en alguna oportunidad: si Allan Kardec hubiera nacido en el siglo que corre,
sería parapsicólogo.
Empero, la observación principal que puede hacerse a la "ciencia espírita" es
ésta: pese a que sus seguidores se "llenan la boca" con ese término,
prácticamente no he encontrado ninguno que supiera, siquiera, qué significa –
filosóficamente hablando– el concepto y la metodología de lo científico y que, por
otra parte, pudiera demostrar que el trabajo espiritista se lleva a cabo respetando
las reglas que impone la investigación científica.
Un espiritismo nacido en la India hubiera contado "otra versión" del Más Allá,
donde sería Siddharta Gautama o Khrisna –y no Jesucristo– el Maestro, donde
sería la gráfica sánscrita del "om" y no la cruz el símbolo elegido para
manifestarse. Y un espiritismo que quisiera llamarse científico, además de
proclamar a los cuatro vientos el advenimiento del Amor –hermoso, sí, pero poco
práctico a los fines documentales– entrenaría a sus seguidores en la observación
analítica, la evaluación "doble ciego" y el seguimiento de los casos, en lugar de
supeditarlo todo al Dogma y la Fe. Estos últimos pueden enaltecer al espíritu, pero
no hacen a la Ciencia.
De todo esto podemos inferir un error –psicológico, estrictamente hablando–
que cometen quienes creen poco serio estudiar la vida después de la muerte: un
tema cualquiera no es absurdo en sí. Lo absurdo –o poco serio– será el
método con que sea encarado su estudio.
Por supuesto, sería pecar de ingenuos creer que todo el problema de la falta de
atención científica al tema de la vida después de la muerte se reduce a las
consideraciones aquí planteadas. Hay, aunque parezca jamesbondiano decirlo,
fuertes intereses en juego, políticos y hasta raciales si se quiere, para frenar la
dedicación al mismo. En primer lugar, porque de "oficializarse" su existencia, en
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desmedro de la potestad que una religión cualquiera podría exigir sobre el tema
haría desmoronarse como castillos de naipes los esquemas de creencias
montados a través de los siglos, sobre el cual se asientan innúmeras estructuras
de poder. Que el premio del Cielo o el Infierno no dependa de obedecer al pastor,
maestro o sacerdote del barrio pues responda a mecanismos elevados mucho
más sutiles, significaría el descrédito para millones.
Al Espiritismo tampoco le conviene, sobre todo si la VDM se perfila en los trazos
que planteara en este ensayo. Y el Espiritismo es, económica y políticamente, muy
fuerte (no olvidemos que maneja al Brasil). Por otra parte –y aquí está lo racial–
observemos que, salvo honrosas excepciones, los científicos anglosajones no
consideran con mayor interés este tema, por las razones ya apuntadas. En cambio
son, por ejemplo, los científicos hindúes provenientes de un medio cultural donde
lo espiritual sí priva sobre lo material y lo social, quienes brindan amplio crédito a
las investigaciones parapsicológicas en este sentido. Pero, claro, son hindúes. Es
decir, de tez aceitunada, tercermundistas y además usan turbante. He visto
científicos norteamericanos mirar con indisimulada sorna a sus colegas
sudamericanos o africanos, la suficiente cantidad de veces como para aceptar que
esta actitud bárbara puede pesar lo suyo en esta situación.
También debe tenerse en cuenta que raramente se destina personal altamente
calificado y presupuestos millonarios a investigaciones científicas "puras". Esto es,
que no brinde resultados prácticos concretos. Los grandes laboratorios y
corporaciones científicas del mundo (Westinghouse, Sandoz, Johnsonn & Son,
Mitsubishi) progresan rápidamente porque sus campos de trabajo (médico,
nuclear, electrónico, bélico) les permite obtener réditos más o menos
inmediatamente. Pero las ciencias que sólo persiguen la búsqueda del
conocimiento (como la arqueología o la parapsicología, por ejemplo) carecen de
esos apoyos y, en consecuencia, lentifican sus progresos. La imagen del científico
amante de la Humanidad que sacrifica todo para consagrarse por entero a su
trabajo y que, una vez alcanzados los resultados se siente realizado por el hecho
en sí, legando su aporte al mundo, es sólo una imagen romántica tan difícil de
hallar como –Silvio Rodríguez dixit– un unicornio azul.
Y una última consideración: el problema principal estriba, sin embargo, en la
obtención de "pruebas científicas". Pero, ¿qué es una "prueba"?. Lo que para mí
puede ser una evidencia irrebatible, para otro sólo un aspecto falaz de mis
investigaciones. Una prueba sólo es total en el marco de razonamientos en que es
insertada. Lo cual exige una creencia a priori. En consecuencia, si mi creencia a
priori es que la VDM no existe, difícilmente encontraré una evidencia que no
pueda refutar sofísticamente. Hasta que me toque.
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TANQUE DE FLOTACIÓN :
CÓMO EXPERIMENTAR LAS SENSACIONES DE UN PAQUETE DE MEMORIA
ANTES DE SERLO UNO MISMO
La vivencia ocurrió dentro de un tanque de flotación. El doctor John Lilly, que
estaba estudiando los estados alterados de consciencia, la describió así al salir:
"...Estoy dentro de un gran espacio vacío sin nada alrededor excepto la luz.
Una luz dorada impregna el espacio en todas las direcciones, hasta el
infinito. Soy un punto único de la consciencia, del sentimiento, del
conocimiento. Sé que soy. Eso es todo.
El espacio dentro del cual me encuentro es muy pacífico, reverencial,
imponente. No tengo cuerpo. No tengo necesidad de un cuerpo. Soy apenas
yo. Estoy pleno de amor, calor y luminosidad. De pronto, a la distancia,
aparecen dos puntos similares de consciencia, dos fuentes de luminosidad,
de amor y de calor. Siento su presencia. Veo su presencia, sin ojos ni
cuerpo. Sé que están ahí; de modo que ellos están ahí. A medida que se
acercan, siento cada vez más a cada uno de ellos, interpenetrando mi ser.
Me transmiten pensamientos tranquilizantes, reverenciales, imponentes.
Advierto que son seres mucho más grandes que yo. Comienzan a
enseñarme. Dicen que me puedo quedar en este lugar, que he dejado mi
cuerpo, pero que puedo retornar a él si lo deseo. Luego me muestran qué
ocurriría si dejo mi cuerpo atrás: un sendero alternativo a tomar. También
me muestran dónde puedo ir si me quedo en este lugar. Dicen que aún no ha
llegado el momento de abandonar mi cuerpo en forma permanente, y que
todavía puedo optar por volver a él. Me dan una absoluta confianza, una total
certidumbre en la verdad de mi existencia en esta condición. Yo sé que, con
absoluta certeza, estos seres existen. No tengo dudas. Ya no hay necesidad
alguna de un acto de fe; todo es de esta manera y lo acepto.
El profundo amor majestuoso y poderoso de estos seres me abruma hasta
un cierto punto, pero finalmente lo acepto. A medida que se acercan más
aún, descubro menos y menos de mí mismo y más de ellos dentro de mi ser.
Se detienen a una distancia crítica y entonces dicen que ahora me he
desarrollado sólo hasta el punto donde puedo soportar su presencia dentro
de esta distancia particular. Si se acercan más, me abrumarían, y me
perdería a mí mismo como entidad cognitiva, fusionándome con ellos.
Además, dicen que yo los he separado porque esa es mi manera de
percibirlos, pero que en realidad son sólo uno en el espacio dentro del que
me encuentro. Dicen que yo aún insisto en que soy un individuo, forzando
una proyección sobre ellos como si fueran dos. Luego me transmiten que si
yo vuelvo a mi cuerpo tal como me he desarrollado, eventualmente llegaré a
percibir la unidad entre ellos y yo, y muchos otros.
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Dicen que son mis guardianes. Que han estado antes conmigo, en
períodos críticos, y que en realidad siempre están conmigo, pero yo
generalmente no estoy en condiciones de percibirlos. Estoy en condiciones
de percibirlos cuando me acerco a la muerte del cuerpo. En esta condición
no existe el tiempo. En esta condición, hay una percepción inmediata del
pasado, presente y futuro, como si todo ocurriese en el momento
presente...".
Y he aquí conformada, entonces, una aproximación, por igual crítica y vivencial,
a ciertos estados característicos de la transición de la vida a la muerte. Así que
analicemos en detalle todas sus etapas.
En primer lugar, ¿quién es John Lilly?. Biólogo y psicólogo, es uno de los
cerebros de la ola postmodernista de California. Experto contratado por la Marina
de los Estados Unidos para estudiar el comportamiento y lenguaje de los delfines
(fue quien dio los pasos de más largo aliento en el desciframiento de sus códigos
de comunicación) abandonó tal proyecto cuando advirtió que el uso bélico que se
les pensaba dar a estos animales los conduciría irremediablemente hacia la
destrucción. En efecto, el generalato del Pentágono había dado el "visto bueno" a
la intentona de adosar, al lomo de cada uno de estos nobles mamíferos acuáticos,
una poderosa mina submarina con un detonador fijado en sus trompas,
entrenándolos para dirigirse hacia blancos enemigos como zoológicos kamikazes.
Dado que fue Lilly quien reveló a la opinión pública la barbaridad de este programa
secreto, eso le valió el encono de los militares los cuales, por supuesto, no
desaprovecharon a partir de allí oportunidad alguna de desacreditarle.
Lilly se dedicó los siguientes quince años a investigar profundamente el
fascinante campo de los "estados alterados de consciencia", es decir, todo estado
de percepción y sensación psicológica más allá de la vigilia, el sueño, la
ensoñación y la hipnosis. Yoga, LSD, meditaciones orientales, todo camino,
encarado bajo absoluto control científico, fue bueno para acercar una óptica
revolucionaria a la Psicología. Así, él fue el primero en postular que las
percepciones de los esquizofrénicos –especialmente las místicas– no se debían a
"alucinaciones" de marco meramente neurológico, sino que serían en realidad
percepciones de un orden "distinto" de Realidad, como si aquella ventana que
regla nuestro conocimiento del mundo que nos rodea se ampliara. Y volveremos
sobre esta "ventana" antes de terminar.
Uno de los métodos que este científico priorizó fue el del llamado "tanque de
flotación". Consiste éste en una cámara hermética, donde cabe perfectamente
cómodo y horizontal un cuerpo humano, el cual, completamente desnudo, se
sumerge en agua tibia para privarlo de toda sensación táctil, agua con altísimo
contenido en sales para permitirle flotar sin esfuerzo alguno en su superficie. Este
tanque tiene, obviamente, un termostato para mantener constante la temperatura
del líquido, además de un sistema de renovación del aire y un micrófono
disimulado para que, si el sujeto del experimento se siente estresado en la
absoluta oscuridad y el total silencio, pueda pedir que se le de salida.
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El tanque está insonorizado, es decir, ningún ruido del exterior puede penetrar
en él. El sujeto, en consecuencia, no siente, no ve, no escucha. Su mente se ve
así privada de las sensaciones y percepciones provenientes del entorno con que
habitualmente nos bombardea el mundo, condicionando no solamente nuestras
respuestas ante éste sino también el espacio de manifestación que queda libre
para nuestra psiquis (aun cuando dormimos, porque roces, pesos, cambios de
temperatura, luces y ruidos siguen actuando sobre ella).
En esa situación, somos lo más parecido posible a un cerebro sin cuerpo que
flota, libre de limitaciones. Y quien supere la primera media hora de experiencias –
no aptas para clautrofóbicos– comienza a vivenciar experiencias sorprendentes.
La mente, libre de condicionamientos orgánicos, pierde gran parte de su
capacidad de raciocinio (o mejor deberíamos decir, de su "exigencia condicionada
de raciocinio por el marco psicosocial que nos rodea") y, simplemente, "siente". Si
mi mente racional "piensa" en una flor, este pensamiento pasa por las fases de
identificación de la misma, determinación del conjunto por la suma de sus partes,
recuerdos asociados... En cambio, en ese estado "alterado" –en el sentido de
"modificado"– de consciencia que describimos, ésta, sencillamente, "siente" la flor.
Y, desde el punto de vista cognitivo, esta forma de percibir las cosas es tan "real"
–si no más– que la que nos propone el convencionalismo psicológico.
En el tanque de flotación, la mente recuerda aquello que creía olvidado,
descubre lo verdadero o falso de situaciones que hasta ese momento pasaban por
insolubles, descubrimientos que no se apoyan en argumentos en contra o en pro,
sino sólo en "saber"; viaja, también, a otros puntos geográficos o temporales,
observando situaciones y percibiendo informaciones como si allí hubiera estado el
individuo en cuerpo presente... o como si hubiera hecho un "viaje astral". Esto del
viaje astral quizás encuentre su justificación en las experiencias con tanque de
flotación. Por supuesto, alguien argumentará que nada demuestra la existencia de
un "cuerpo astral" desde el punto de vista de la necesaria metodología científica.
Pero las sensaciones que los cultores refieren atravesar durante los mismos son
en un todo semejantes a las que se perciben dentro del tanque de flotación.
Personalmente he intentado el viaje astral muchas veces, las ocasiones en que
creo haber tenido algún progreso mi percepción se parecía más al "punto de
consciencia" descripto por Lilly que a un Gustavo Fernández astral deambulando
por el aire. Es decir, mi consciencia estaba ahora "allá", percibiendo –no sé si
decir "observando"– datos que después me eran confirmados como ciertos y, al
pensar en mi abandonado y querido cuerpo físico, instantáneamente pasaba a
estar "aquí", donde reposaba acostado. La imaginación en aquellas percepciones
quedaba descartada ante la realidad contrastable de lo percibido, pero sospecho
que esa romántica descripción de las circunstancias colaterales del "viaje astral"
que hacen algunos autores, tiene más de novelesco que de objetivo.
Los "espacios" descriptos por Lilly en particular o por quienes hemos trabajado
con tanques de flotación en general, ilustran bastante acabadamente no
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solamente el ámbito en que se desenvuelven los "paquetes de memoria", sino
también la naturaleza de las percepciones de los mismos, así como las seguras
dificultades que encuentran luego de su tránsito para adaptarse a este nuevo
marco referencial, debiendo mediar –sin duda– un "aprendizaje", tanto o más difícil
que el que conlleva el infante en sus dos primeros años de vida.
No olvidemos que la mente consciente es la que objetiviza y "modula" sus
reacciones en base a sus percepciones, mientras que la inconsciente dramatiza
simbólicamente sin condicionamientos sensoriales. Así, los obvios planteos que
nosotros, seres vivos, nos haríamos de estar en la situación transitoria de la
muerte sólo son obvios para nosotros, que entendemos lo que nos rodea por
acción volitiva de nuestra consciencia. El Inconsciente (y hablo aquí del Individual)
librado a tomar conocimiento de las cosas sin esos condicionamientos, tendrá
reacciones quizás emocionales, seguramente atemporales y subjetivas. Tal es el
caso, ya comentado, de un individuo que muere en situación violenta, no llegando
a tomar consciencia de que está "muerto" o, aún, no creyó –en vida– en la
sobrevivencia a la muerte. No toma consciencia de su nuevo estado, y lo que para
nosotros serían evidencias más que contundentes de que "algo raro pasa"
(deambula entre sus familiares y nadie les presta atención, pasa a través de
objetos sólidos sin daño aparente, transcurren los años sin cambios físicos) no
serían "analizados" por el "paquete de memoria" porque, precisamente, carece de
raciocinio. O bien, cuenta con él pero desprecia su uso, como nosotros mismos
contamos con la posibilidad psicológica de vivenciar iluminísticamente las
percepciones (el estado de "satori" o "nirvana", por caso) pero pocos son los que
recurren a ellos como herramienta para el desenvolvimiento mental.
Recordemos aquí la teoría de los "sensa" y los "psicones" que esbozáramos en
segmentos anteriores. En el ser humano común, los "sensa" (partículas
informativas exógenas al sujeto) bombardean a éste permanentemente,
"manteniendo en su lugar" a los "psicones", esto es, en el límite que impone el
cuerpo físico. La psiquis es, así, objetiva, condicionada por la deformada
decodificación de las percepciones que hace el sistema neurológico. En el tanque
de aislamiento, el límite de acción de los "sensa" es el propio tanque, y el "psicón",
ya más libre, extiende "fuera" del cuerpo físico su acción, entre otras cosas,
liberando su Potencialidad Parapsicológica o drenando más fácilmente
información sedimentaria del Inconsciente Colectivo. Muerto el individuo y
destruído el filtro de los "sensa" –el cuerpo– el "psicón" queda libre, al igual que
una partícula atómica capturada en un campo magnético artificial continúa su
deambular cósmico cuando el mismo es anulado.
Las experiencias con tanque de flotación demuestran fundamentalmente esto:
que los estados vivenciales esbozados a lo largo de este trabajo como teoría y
anecdóticamente descriptos por quienes, accidental o voluntariamente y por
distintos caminos, se aproximaron a ese estado, existen, son reproducibles en
condiciones objetivas de laboratorio y bajo estricto control; en consecuencia, son
abordables metodológicamente y dignos de atención científica.
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Por supuesto, algún lector poco informado puede preguntarse si tales estados
no son explicables más convencionalmente, por ejemplo, como producto de
"alucinaciones". A ese lector le recordamos que la "hipótesis de la alucinación"
está bastante gastada por los pseudopsicologistas que de esta forma tratan de
explicar todo lo que escapa a lo convencionalmente enseñado en las
academias de la cómoda mediocridad fenoménica de todos los días, desde la
aparición de un fantasma hasta la de un OVNI. Alucinaciones sólo tiene aquél con
un historial clínico específico, con antecedentes en tal sentido, congénitos o
adquiridos y además, las alucinaciones nunca se producen "a horario" o
únicamente una vez en la vida; siempre son acompañadas por otras, antes o
después. Si a ello le sumamos que la información recogida de las experiencias
con tanque de flotación se corresponden objetivamente con situaciones de la
realidad externas al sujeto, la teoría de la alucinación, por cierto, se hace poco
menos que ridícula.
Acotemos que cuando hablábamos de que los "paquetes de memoria", por
ejemplo, deambulan entre sus familiares percibiéndolos, no nos referimos al hecho
de que los "vean" (los espíritus no tienen ojos) sino que perciban "puntos de mayor
o menor densidad emocional" entre los que están, lógicamente, sus "puntos de
anclaje".
PSICOFONÍAS: GRABANDO VOCES DE MUERTOS
Algunas de las objeciones que algún lector escéptico y racionalista (si es que
alguno de ellos ha continuado la lectura de este libro hasta aquí) podría considerar
al leer el título de este párrafo serían de tenor similar a las que señaláramos –y
refutáramos– cuando escribimos sobre "fotografías del pensamiento"; aun
admitiendo la sobrevivencia de "algo" a la muerte, aun aceptando que ese "algo"
puede tener improntas de la personalidad del sujeto fallecido, se hace cuesta
arriba especular con que sus "voces" puedan ser captadas por un magnetófono o
grabador, en primer lugar porque se da por sentado que los órganos de foniación
del sujeto han desaparecido con su cuerpo, y en segundo lugar... bueno,
sencillamente porque cuesta creerlo. Sin embargo, es una real posibilidad
experimental. Y lo de experimental lo agregamos en razón de que cualquiera que
nos esté leyendo en estos momentos, munido de un equipo más que simple y, eso
sí, una razonable dosis de paciencia, puede repetir con éxito las investigaciones
que han abierto posibilidades insospechadas en el terreno de la Pasrapsicología.
La culpa de todo esto la tuvo un escandinavo, Friedrich Jürgenson, naturalista y
cineasta, que en 1957 se instaló en la campiña para grabar cantos de pájaros con
vistas a un documental que estaba rodando. Al escuchar posteriormente lo
grabado descubrió, para su sorpresa, que superpuestas a los trinos se percibían
voces humanas no audibles en el momento de trabajar en el campo. Sospechando
un defecto técnico (ciertos y muy particulares desperfectos pueden hacer que un
grabador funcione como una radio) pero sumamente intrigado, repitió en varias
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ocasiones sus ensayos, observando que en buen número de casos las voces
volvían a aparecer. Amplificándolas al máximo encontró, sin duda con un
escalofrío, que las "voces" se repetían, ahora, con una mayor definición. Voces
entre las cuales creyó identificar la de unos amigos, entonces fallecidos...
Ese fue el comienzo histórico de las "psicofonías", experiencias que se
multiplicaron, al correr de los años, ganando en cantidad de horas grabadas y en
sofisticación técnica, especialmente cuando un ingeniero electrónico y
parapsicólogo austríaco, Konstantin Raudive, comienza a realizar sus trabajos en
un aséptico marco de objetividad científica. Todas las hipótesis convencionales
para explicar este fenómeno (cintas mal borradas, registros de ondas de radio
"enganchadas", errores en la fabricación de las cintas, etc.) fueron reducidas a
cero. En consecuencia, la mayor parte de las buenas psicofonías que cualquiera
pueda capturar (voces aisladas, conversaciones, risas y llantos, golpes, música)
sólo parecen responder a alguna de las siguientes teorías propuestas para
explicar el fenómeno:
1) Sonidos provocados por "fantasmas".
2) Efecto telepático del operador.
3) Sonidos "pegados" al ambiente, remanentes en el éter.
4) El operador actuando a modo de "transductor" (médium) entre el "fantasma"
y las cintas magnetofónicas.
Estudiémoslas por separado :
Sonidos provocados por "fantasmas"
Empleamos el término más que convencional de "fantasma", para referirnos a lo
que alternativamente hemos denominado "espíritu" o "paquete de memoria". De
hecho, es un término tan correcto o tan inconveniente como cualquier otro. Esta es
la teoría primaria que fuera esgrimida para explicar el fenómeno pero, ciertamente,
no reúne las condiciones de tal, ya que, por ejemplo, no ilustra sobre cómo sería el
mecanismo de producción del mismo, como un "paquete de memoria" podría
actuar físicamente, imprimiendo una cinta. Como dijéramos al principio, un muerto
carece de órganos de foniación, con lo cual no puede hablar, y menos con la
coherencia que muestran los mensajes recibidos. Por otra parte, esta hipótesis se
invalida por el hecho de que esas voces no son escuchadas por el operador
mientras éste permanece presente.
Efecto telekinético del operador
Esta es la hipótesis que goza de más aprecio entre los parapsicólogos
cientificistas, especialmente entre aquellos que no comulgan mucho (más por
convencionalismo social que por íntimo convencimiento) con la tesis de la
supervivencia. Según ésta, el operador, que "a priori", obviamente, espera y ansía
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el buen final de su experiencia, actúa "telérgicamente" ("telergia" es la
denominación dada a la energía psíquica en acción) sobre la cinta, y a través de
un fenómeno de "telekinesis" o "psicokinesis", altera la disposición de los
elementos ferrosos de la cinta, generando así "voces artificiales".
Sonidos remanentes en el ambiente
Si bien esta es una "teoría" que goza de mucha popularidad, lamentablemente
sólo revela que quien la formulara bien poco sabía de Física. No solamente por el
hecho de que, como en la primera teoría, esos sonidos, si están "allí" (y "allí"
significa en ese espacio físico) también deberían ser recuperados por el oído
humano, sino, muy especialmente, porque el sonido no se "pega", por ejemplo, a
las paredes. El sonido es sólo vibraciones ondulatorias del aire que son captados
por nuestros tímpanos y decodificados por nuestros cerebros, y que, como toda
energía, cumplen la ley de Entropía, tendiendo a disiparse uniformemente.
El operador como "transductor" entre el "fantasma" y la cinta magnetofónica
Esta teoría es, en realidad, un trato entre la primera y la segunda. Se explica a
sí misma diciendo que el "paquete de memoria" está allí, presente, pero no puede
manifestarse por sí mismo. Sin embargo, es detectado por la clarividencia
inconsciente del operador quien, también inconscientemente, actúa
psicokinéticamente sobre la cinta, modulando voces que responden no a sus
propios simbolismos no conscientes, sino a instancias motivadoras del "paquete
de memoria".
La experiencia en sí es muy sencilla. Basta munirse de un grabador de buena
calidad, idealmente con micrófono exterior (es decir, no incorporado) y varios
casetes vírgenes (la cantidad que usted desee, aunque el mayor número de los
mismos incrementará probabilísticamente las oportunidades de captar algo),
equipo este que, si cuenta usted con la oportunidad, puede reemplazar por un
equipo de alta fidelidad de cinta abierta o su propia PC, que generalmente tiene
mayor calidad de grabación, además de permitirle experimentar las mismas a
distintas velocidades.
Cualquier lugar es bueno para instalarse, aunque se suele recomendar fuera de
la ciudad, por el hecho de que el ruido apagado del tránsito, o voces de viviendas
vecinas, pueden "ensuciar" la cinta, produciendo así ruidos "fantasmas"... en el
sentido técnico del término. Y la noche es mejor que el día, pues el marco
psicológico que presta a estas experiencias la caída del Sol es (películas yankees
"clase B" mediante) el ideal por ciertos y obvios condicionamientos psicosociales.
Y a partir de aquí todo es sencillo. Se selecciona el lugar donde se ha de
trabajar (un lar histórico, un cementerio, puntos con trágicos recuerdos) y, dentro
del mismo, el sitio exacto donde se va a ubicar el grabador (las personas con
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entrenamiento radiestésico, es decir, en el uso del péndulo, pueden valerse del
mismo, siendo particularmente interesante instalar sus aparatos allí donde aquél
gire en sentido "negativo", es decir, levógiro, tras lo cual se ubica el mismo,
dándole el máximo de volumen al micrófono y recitando alguna frase "gatillo" que
se emplea como detonante. Nosotros solemos usar aquella que dice: "Si hay
alguna entidad presente, le pedimos, por favor, que se manifieste". Esta se
repite cada quince minutos, con un mínimo de una hora de grabación. En el
ínterin, el operador puede permanecer en el lugar, relajado y concentrado, o
retirarse (los registros, depende del caso, pueden aparecer en ambas
circunstancias). Luego, a rebobinar y escuchar. ¿Y qué es lo que aparece?.
Voces, susurros, llantos, risas quedas, ruidos de pasos sobre la grava en
momentos y en lugares donde fehacientemente no había nadie presente.
Golpeteos repetidos sobre el grabador, aleteares...
Con miembros del Centro de Armonización Integral hemos realizado decenas
de experiencias sobre las cuales construímos estas teorías, experiencias que, en
muchos casos, han contado, por primera y –creo– única vez en Argentina, con
apoyo oficial por parte de los municipios gobernantes de los cementerios o sitios
históricos vinculados a la experiencia, como testifican estos facsímiles de una de
estas experiencias, realizada con apoyo comunal y policial en el cementerio de la
ciudad de Santa Fe, en 1990.
EL "JUEGO DE LA COPA"... ¿OTRA FORMA DE COMUNICARNOS?
De todos es conocido este verdadero "juego de salón", especialmente en el
mundo occidental, donde se ha popularizado al extremo de difícilmente estar
ausente de reuniones sociales, cumpleaños, celebraciones varias... y hasta en
casamientos lo hemos visto.
Consiste sencillamente en disponer en forma de círculo sobre una mesa, un
cierto número de láminas o trozos de papel, en cada uno inscripta una letra del
alfabeto, además de los números 0 al 9, y uniformemente distribuídos dentro del
círculo otros tres, con las palabras "Sí", "No" y "Adiós" (este último puede ser
reemplazado simplemente por un punto pues, como señaláramos oportunamente,
su función es la de "punto de fuga"). Un mínimo de tres participantes (y, por
experiencia, no más de siete) se disponen a su alrededor y, en el centro de la
mesa, una copa vuelta boca abajo, o en su defecto un vaso (por eso
denominamos a esta técnica "Vasografía") sobre cuya base todos apoyan
suavemente uno de sus dedos.
Uno de los asistentes hace de "líder" (prefiero no usar la palabra "médium") y
otro, fuera del juego, de "escribiente", es decir, llevará nota de las "respuestas"
que el juego vaya brindando. Se realiza una "invocación" (puede ser pseudoespiritista
o emplear la frase "gatillo" que sugiriéramos para las "psicofonías").
Sorpresivamente –esto ocurre casi siempre– el vaso comienza a desplazarse,
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generalmente en círculos, en la mesa, señalando la palabra "Sí". A partir de allí, y
por intermedio del líder, pueden formularse preguntas –idealmente cuya respuesta
no sea conocida por ninguno de los presentes, o sobre situaciones que se
resolverán en un futuro más o menos inmediato– las cuales, sorprendentemente,
tenderán a ser respondidas acertadamente.
Al finalizar, la copa deberá ser "despedida" llevándola al "punto de fuga".
¿Y qué es lo que ocurre aquí?. Por supuesto, una aproximación racionalista
daría a entender que el movimiento del vaso se debe a la acción mecánica
ejercida por quienes sobre él apoyan sus dedos. Seguramente esto es así, pero lo
que sorprende no es tanto ese detalle (en las psicofonías, en la radiestesia y en
tantas otras disciplinas, el ser humano también es imprescindible como
transductor para la materialización del fenómeno) sino, dejando el caso donde se
presenta el fraude encubierto (que no perjudica a nadie más que al propio
embaucador, pues no sólo se priva así de una experiencia enriquecedora –pues el
contacto con lo Desconocido siempre lo es– sino que difícilmente pueda volver a
aceptar intentar repetir con éxito estas pruebas) ya sea para obtener un rédito o
simplemente divertirse a costa de la buena fe del prójimo, las explicaciones,
psicológicas o parapsicológicas, no obstaculizan la manifestación de fenómenos
sorprendentes. No sólo por el movimiento de la copa o el vaso en sí –que aunque
en teoría, sencillo de explicar mecánicamente, ya se hace cuesta arriba en la
práctica– sino porque en estas sesiones se revelan "informaciones" que, en
muchas ocasiones, no eran conocidas por ninguno de los presentes. Así que
veamos ambas alternativas.
Psicológicamente, se puede decir que el movimiento de la copa se debe a la
presión conjunta de tantos dedos apoyados, ya que aunque cada participante crea
no estar haciendo ningún esfuerzo y simplemente "apoyando" su índice, en
realidad la presión conjunta sumada puede provocar un desplazamiento de esta
naturaleza.
En cuanto a la estructuración de las respuestas a las preguntas planteadas, es
válido suponer que si uno de los presentes conoce aquella, aun en el caso de que
no sea así para todos los otros presentes, puede, aun inconscientemente ejecutar
una presión levemente mayor que el resto, con lo cual, conformándose así lo que
en Física se denomina un "sistema de fuerzas interactuantes", la resultante de las
mismas sea el promedio de dirección, sentido y presión de las otras. En cuanto a
las respuestas en sí, es posible que, por ejemplo, en el caso de una información
sobre el pasado de alguno de los presentes, uno de los intervinientes guardara un
recóndito recuerdo en su memoria, que no pudiera reelaborar conscientemente,
pero que sale a la luz a través de la tensión emotiva de la experiencia o, para citar
otro ejemplo, en el caso de que la "entidad" comience a responder en otro idioma,
desconocido para todos los allí reunidos, puede ser que alguno de ellos, en un
proceso de "pantomnesia" (memoria total sobre lo alguna vez aprehendido) que,
retrotrayéndose quizás a la infancia donde, en la televisión, el cine o en boca de
un vecino, escuchó sin darle mayor importancia hablar ese idioma, lo que hoy
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devuelve "escenificado" en la sesión de vasografía o "ouija" como también se la
denomina ("oui" significa "sí" en francés, como "ja" en alemán) haciendo referencia
a la palabra que señala, iniciada la experiencia, la presencia de la comunicación.
Y parapsicológicamente, los contados casos en que la copa se mueve aun
cuando todos los dedos se han retirado, se explica a través de un caso de
telekinesis, al igual que en todas las otras oportunidades, detonada por el marco
emocional de la ocasión. Y la información devuelta a través de los mensajes
concatenados por la copa, puede ser también obtenida por la clarividencia
espontáneamente detonada de alguno o varios de los participantes.
Pero en otros casos, la clarividencia o la pantomnesia resultan insuficientes
para explicar la totalidad de lo percibido en estas sesiones. La magnitud de los
fenómenos telekinéticos, en ciertas y documentadas oportunidades, no pueden ser
reducidos al inconsciente desencadenado de algún "vasógrafo" más o menos
experimentado. Y una buena contraprueba en tal sentido es que si, con fines
estrictamente experimentales, los participantes elegidos con el sistema "doble
ciego" (donde sólo el elegido sabe el resultado de la elección) intentan "viciar con
ruido de información" el experimento, la "entidad" se sobrepone a estas intentonas
modulando las respuestas de acuerdo a patrones que no pertenecen a lo
previamente acordado como parte de la tarea. En esos casos, hay que aceptar la
presencia de una "inteligencia" exterior, que sólo una exploración más sutil –
literalmente inaccesible con los pocos medios con que se cuenta para investigar
este enigma, en virtud del poco crédito que los científicos y las instituciones
académicas otorgan al mismo– permitiría identificar.
Hoy por hoy, la presunción de que un "paquete de memoria" interactuando con
unos experimentadores vivos a la manera de transductores, actuando psíquica,
simbólica e inconscientemente sobre el inconsciente de éstos, fuerce la
racionalización de "mensajes", aparece como muy viable.
.
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CAPITULO XIV
NUEVAS EVIDENCIAS A FAVOR DE LA REENCARNACIÓN
Iniciaremos este capítulo –que, a no dudarlo, será de los más polémicoscon
unas reflexiones que no nos son propias, pero con las cuales comulgamos
plenamente. Sintetizan las enseñanzas que supo legar el doctor J. Emile Marcault
en el Congreso Espírita Internacional celebrado en Londres del 7 al 12 de
setiembre de 1928, Y una aclaración fundamental: en lo personal no comulgamos
con la doctrina espiritista, pero la inserción de estos comentarios en nuestra obra
obedece, simplemente, a que no podemos negar el peso analítico de estas
consideraciones que, a su fin, se verán complementadas con, entonces sí, mis
consideraciones personales.
Que el problema de la reencarnación sea debatido entre los humanos que
se preocupan con la filosofía parece natural, pero que la controversia se extienda
hasta el mundo de los desencarnados hace que el caso se torne un apasionante
problema, ya para la psicología de los médiums, ya para la de los desencarnados.
Un hombre muere en un país latino: en el Más Allá le enseñan una doctrina
evolucionista del espíritu. Si él muere en un país anglosajón, le aseguran que la
reencarnación no existe. El canal de la Mancha extiende su barrera más allá del
mundo físico. Autoridad para aquí de la Mancha, error más allá de la misma y
hasta en el mundo de los desencarnados.
Estimamos presentar en apoyo de la tesis reencarnacionista, ciertas
observaciones de orden psicológico que no fueron invocadas hasta ahora y que
proveen fuertes presunciones a su favor. Se hicieron hasta el presente
demostraciones comprobativas de orden filosófico, religioso y moral y, sin duda, su
valor es considerable. Existen también pruebas de hechos, bastantes numerosos
para convencer a los incrédulos de buena fe si con todo ellos aceptasen, como
válidos, los fenómenos mediúmnicos. En los países no reencarnacionistas olvidan
con demasiada facilidad que el testimonio de una criatura describiendo una vida
anterior es, por lo menos, tan convincente como el testimonio de un médium si uno
y otro pueden igualmente ser verificados con exactitud. Se puede siempre, sin
duda, para uno u otro invocar la telepatía más, quien admita el testimonio
mediúmnico, no debería poder recusar al otro.
No es en este orden de hechos que nosotros buscamos las consideraciones
que siguen; desearíamos no salir del cuadro de los hechos psicológicamente
reconocidos y, si se puede refutar el valor probativo de los hechos consumados,
no se puede, por lo menos, recusarles un serio valor de presunción. Si la
reencarnación es verdadera, ella hace parte del sistema de la evolución a la cual
la vida humana está sometida sobre nuestra Tierra y en el Más Allá. Egos de
evolución diversa se encarnan en nuestras sociedades y se debe poder
determinar por observación psicológica, al menos, la realidad de esta evolución
individual. Es lo que hace la psicología contemporánea, sin posibilidad de duda.
90
El método de los “tests de inteligencia” (pruebas experimentales que miden
la mentalidad o inteligencia del individuo), permite determinar, en edad
psicológicamente igual, la diferencia de edad o evolución mental entre diversos
individuos. Se aplica no solamente en la infancia como también en la edad madura
y no puede dudarse que él determina, eficazmente, el grado de evolución humana.
Insistamos un poco sobre este punto.
Aplicar un “test de inteligencia” es colocar en el espíritu un problema que
interesa una cierta camada de sus facultades mentales. Si el problema se
resuelve, esto quiere decir que el individuo puede reflexionar sobre los datos del
problema, comprender el alcance y mover concientemente los mecanismos
mentales, de los cuales el automatismo lógico resuelve la cuestión. Si el problema
no se resuelve, se tiene la convicción que el individuo es incapaz de reflexionar
sobre el problema y de dirigir, concientemente, el mecanismo mental
correspondiente.
En el primer caso, se sabe que la camada mental interesada reside en la
zona objetiva de la conciencia; en caso contrario, en ella es aún subjetiva y
todavía incapaz de ser un objeto de reflexión.
Esta interpretación psicológica de la reflexión, descubierta muy
recientemente, es del mayor valor para el problema que nos ocupa.
La reflexión es una función esencialmente humana, es sobre ella que está
fundada la dignidad de nuestra especie. Es porque nosotros podemos reflexionar
sobre nuestros estados morales, deseos, aspiraciones, compararlos con tal o cual
ideal y alcanzar sobre ellos un juicio de valor, por lo que nosotros somos seres
morales perfectibles. Establecer el valor evolutivo del fenómeno de la reflexión es,
por tanto, formular la ley de la evolución propiamente humana y es también
colocar en foco este hecho importante, el que existe en el alma una doble
estructura: una fija, la de las facultades o de las funciones psicológicas; la otra
móvil, índice de las modificaciones evolutivas debidas a la reflexión. El “test”
determina, en efecto, a que nivel de la escala fija de las facultades intelectuales o
morales reside en un dado momento el plano de reflexión: el diafragma ideal que
separa la zona objetivada de nuestra conciencia de la zona conservada subjetiva.
Este nivel es diferente para diferentes individuos. Tal adulto de cuarenta años
reflexionará, perfectamente, sobre una idea concreta, pero será incapaz de
reflexionar sobre un pensamiento abstracto. El existe en sí como la actividad de
todas las otras facultades, pero no está en el plano de su reflexión. Tal otro, por el
contrario, podrá concentrar su atención sobre el pensamiento abstracto como
sobre un objeto exterior, analizarlo en sus elementos, recomponerlo en su síntesis:
él objetivizó la abstracción.
El método de los “tests” establece, pues, las variaciones de estructura
espiritual existentes entre los individuos de la especie humana. Y, visto que si la
estructura de las facultades puede ser considerada idéntica para todos, la
estructura espiritual o de reflexión es demostrada individual y establece,
innegablemente, que la evolución humana es pertenencia del individuo y no de un
agrupamiento colectivo. Que el hecho suceda de otra manera en los reino infrahumanos
es lo que cada uno sabe, más aquí también las dos estructuras –la de
las funciones y de la vida en evolución- son distintas. Los caracteres, de los cuales
las combinaciones constituyen una especie, pertenecen a la especie y no al
91
individuo. Es la razón porque el individuo se eleva para realizar el tipo específico,
pero no evoluciona: la evolución pertenece a la especie. Que del interior de la vida
un carácter nuevo surja y una nueva especie aparezca. Y los naturalistas nos
dicen que es entre todos los individuos de la especie, al mismo tiempo, que las
mutaciones se producen.
Nosotros tenemos por tanto, en la planta y en el animal, una estructura
funcional que pertenece al individuo y una estructura específica que es la de los
caracteres. La especie, como escribiera Henri Bergson, es una rama sobre la cual
los individuos aparecen como renuevos. Es entre dos especies que es preciso
procurar el acto creador para el cual un carácter nuevo emerge en excedente de
los otros, constituyendo una nueva especie. La escala evolutiva pasa de una a
otra especie.
En el hombre, al contrario, las dos estructuras están ligadas en el individuo.
La estructura de la vida constituída por la objetivación gradual de nuevos
caracteres está presente en el individuo, como la estructura de las funciones. La
objetivación o reflexión pertenece al individuo. El hombre individual es él sólo. Esto
significa, sin ninguna duda, la individualidad del fenómeno evolutivo, sabiéndose
que las leyes que la rigen son individuales también. Estas leyes son, como se
sabe, la “herencia” y la “mutación”. Se torna por tanto evidente que, si en el animal
la herencia y la mutación son específicas, ellas son individuales en el hombre.
Pero, ¿qué quiere decir esto?. Si desde la infancia se constatan variaciones
evolutivas, como es innegable, esto significa que la criatura es, a su respecto, su
propio heredero. No las posee de sus ascendientes, porque la transmisión sería
específica, ni tampoco de su grupo social visto que, aún así, la herencia sería
específica. Ahora, ella no adquirió estas facultades que recibe al nacimiento, en
esta vida. Debe por tanto haberlas adquirido en otra parte, y, por otro lado, por las
variaciones evolutivas que ella traerá en el uso de estas facultades, no es deudora
sino a sí misma y en esto reside, como se verá sin que insistamos más, el
fundamento del libre albedrío y el de la moralidad.
Tal es el primer orden de consideraciones sobre el cual se pueden
establecer serias presunciones a favor de la tesis reencarnacionista. La psicología
contemporánea establece la individualidad de la evolución humana. Ella, la
reencarnación, hace más: completa lo que sus inducciones podrían tener de
insuficientes; establece al mismo tiempo que esta conciencia, de la cual ella sigue
la evolución, sobrepasa las condiciones de tiempo y de espacio a donde su
encarnación se efectúa.
Para llegar a su verdadero “yo”, Bergson debió trascender todas las formas
del pensamiento conceptual, las categorías especiales y temporales, el plano de
las relaciones sociales, y ve en los “datos inmediatos” de su conciencia, la esencia
creadora de la propia vida que nos anima, individualización de la vida universal a
la cuál él no puede dar otro nombre que el de “energía espiritual”. Si, pues, este
Ego universal y eterno, en el grado del tiempo que él ocupa actualmente, da
prueba en el curso de su duración de haber alcanzado desde el comienzo de esta
existencia un nivel evolutivo diferente del de los otros, se torna difícil escapar a la
evidencia de que él debe su diferencia a una evolución diferente de la porción
anterior de su eternidad. Vivió diferentemente antes de nacer, visto que antes de
nacer vivió y, naciendo apenas diferente de los otros, importa poco, desde
92
entonces, que discorden de opinión sobre el punto del espacio donde se efectuó
esta evolución anterior. La tesis reencarnacionista satisface plenamente y es
lógico, filosófico y científico suponer que, siendo la Tierra una escuela donde todas
las clases están representadas, desde la ignorancia del criminal y del salvaje
hasta la gloria del genio y el santo, es sobre la Tierra, también, que cada uno
aprenderá las lecciones que conducen de uno a otro.
No insistiremos sobre la claridad que la concepción psicológica por nosotros
expuesta lanza sobre las inconsecuencias aparentes de nuestra vida social.
Estamos, evidentemente, en presencia de diferencias evolutivas entre los
hombres. Suponer que esas diferencias son el efecto de una creación
inmediata, es prolongar hasta el absurdo el estado de caos original. Que del
seno de Dios, donde su esencia reside toda pura, dos almas sean en el mismo
instante enviadas sobre la Tierra por el Dios del amor, una para ocupar el cuerpo
de una criatura entregada, por las condiciones de su medio, al vicio y al crimen, en
tanto que la otra tomará vida en una familia donde los nobles ejemplos y la alta
cultura harán de ella un genio o un santo; he aquí razón suficiente para arrojar en
el ateísmo cualquier espíritu superficial. Si estas diferencias son de orden
evolutivo se comprende, y comprender es amar y amar es ayudar. El orden estará
restablecido en la sociedad humana porque la psicología descubrió la ley que rige
estas diferencias. Como decía Orígenes: “Nosotros no pecamos porque Adán
pecó, más Adán pecó por la misma razón que nosotros, Visto que él era una
criatura en evolución espiritual y nosotros no alcanzamos la perfección”
Admitir la reencarnación res lo mismo que reconciliar al mismo tiempo la
ciencia, la filosofía y la religión.
Mostramos, terminando, que la evolución espiritual es bien la ley de lo que
hay de más elevado en la aspiración humana, a saber: la ayuda mutua, la
fraternidad, el amor universal. No es verdad que la evolución social sea la causa
de la evolución individual; lo contrario es lo que es la verdad. Cuando sobre una
vía cualquiera de evolución y de progreso un genio descubre una verdad nueva, él
no la recibe, evidentemente, de la herencia social. El recibió y asimiló todas las
adquisiciones anteriores de su grupo y por su reflexión individual sobre la verdad
anterior comparándola con los hechos que procuraba explicar, consagrando todas
sus energías solitarias a la solución de este nuevo problema, que él la juzga
insuficiente y concibe un nuevo principio, una nueva ley, una síntesis más vasta
que la que había sido transmitida. Formulándola, socializándola, la comunica a
aquellos que le están más próximos en evolución intelectual. Por la reflexión sobre
estas fórmulas, ellas producen a su turno la intuición genial que le da nacimiento.
Ellas crecen tanto como pueden a la imagen del genio. Poco a poco, el
descubrimiento gana a toda la masa social y el grupo entero todo evoluciona
porque el genio, por sí solo, evoluciona.
Mas esta ley no es verdadera únicamente para el genio y solamente en la
cumbre de la escala social. Todas las leyes de las cuales a un nivel cualquiera un
individuo evoluciona en nobleza, en sabiduría, en cultura intelectual o estética, el
transmite el resultado de sus esfuerzos a aquellos que lo rodean y ayudan a su
grupo social más restricto a evolucionar a su imagen. La especie humana es, por
tanto, una jerarquía evolutiva donde los individuos están colocados con una mano
en la ley de sus hermanos más nuevos y debajo de él. La ley de la evolución
93
humana, porque es individual y es la ley de la fraternidad donde nosotros
concluímos hoy, que si debemos alcanzar cualquier día aquél lugar
bienaventurado donde la justicia habitará con el amor, no será por la rebelión de
los pequeños y los débiles, pero sí por el servicio, por el sacrificio voluntario y
consciente de los grandes y los fuertes. La ciencia verifica bien lo que la religión
había enseñado cuando divinizó la fraternidad humana en el sacrificio redentor de
la cruz.
Este camino, el de la aproximación dialéctica, es uno de los senderos que
permiten esbozar racionalmente la probabilidad de la Reencarnación. Pero,
experimentalmente existen otras vías de acceso, de las cuales la así llamada
Regresión Hipnótica y su aplicación clínica, la TVP (Terapia de Vidas Pasadas)
es la más difundida y, posiblemente, la más confiable.
Consiste, como es sabido, en sumir en profundo trance hipnótico al sujeto y
retrotraerlo a su infancia (haciéndole vivenciar nuevamente las fases por las que
atraviesa) a su estado intrauterino y, aún atrás, donde la lógica indicaría que nada
podría exteriorizarse –porque nada existiría- surgen, dramáticamente, las escenas
de otra vida, en otro tiempo, en otro lugar.
A la recusación típicamente psicologista de que lo que el sujeto expondría
en este caso sería la representación imaginaria de lo que de él se espera, se
puede oponer el argumento de que si el investigador se toma el suficiente trabajo
y busca comprobar “in situ” la presunta realidad objetiva de esa otra existencia
(rastreando, por ejemplo, en los registros parroquiales de ese entonces el
nacimiento y defunción de ese “otro” individuo), puede encontrarse con la sorpresa
de que sí, de que tal persona existió realmente. Claro que algunos autores
parapsicológicos han señalado que podría tratarse de un caso de retrocognición
(“clarividencia hacia el pasado”) donde el sujeto “absorbería” la información de una
fuente psíquica ubicada en otro tiempo (ese otro individuo) y la “representaría”
vivencialmente en éste. Si hemos de ser objetivos, debemos admitir que algunos
casos de presuntas reencarnaciones podrían ser explicados de esta manera pero,
ciertamente, debemos colegir que no es posible aún indicar con absoluta
convicción que todos los casos de “encarnaciones contemporáneas” son
explicables por retrocogniciones. Y desde un punto de vista terapéutico, la TVP
demuestra la validez de la creencia en las vidas anteriores. Veamos porqué.
La TVP enseña que si por medio de la regresión hipnótica localizamos en
una vida anterior un trauma o hecho crítico, psicológicamente hablando, éste
puede generar una fobia que, proyectándose a través de los tiempos, genera las
angustias actuales. El vértigo, o temor a las alturas, puede significar, según la TVP
que el sujeto, en otro tiempo, falleció por una caída al vacío. La aprensión de
algunas personas a, por ejemplo, ser tocadas o apretadas por el cuello, podría
significar que en otra vida fueron degolladas o ahorcadas. Y la validez de la tesis
reencarnacionista se asegura en la misma medida que la terapéutica
reencarnacionista funcione: se puede admitir la posibilidad de la retrocognición,
pero si la TVP “cura” la fobia o complejo del sujeto, aquí la teoría de la
retrocpognición no sirve, ya que la curación sólo puede ejecutarse en forma
autorreferencial, sobre las propias instancias psíquicas y vivencias del sujeto y no
sobre las de terceros, aún en el caso de que esté asumiendo dramáticamente una
personalidad que no le corresponda. Una cosa es asumir y “jugar” un rol; otra muy
94
distinta –e imposible terapéuticamente- tratar indirectamente la fobia de aquella
persona cuyo rol ejecutamos y que ello cure nuestras fobias.
Una especialista en TVP, la doctora M. Julia P. Moraes Prieto Peres, amplía
las consideraciones generales sobre esta técnica en su trabajo de laboratorio,
dándoles credibilidad científica.
La existencia humana, cuando es analizada bajo un enfoque
pluridimensional, toma una visión global, imponiendo mayor coherencia y análisis
de su naturaleza, y la posible solución de sus problemas. Eso es posible en la
Terapia Regresiva Reencarnatoria, que trabaja con diferentes dimensiones de la
existencia humana, considerándola en esta vida y en vidas anteriores.
Por la TVP, los hechos traumáticos no resueltos, almacenados o reprimidos
en el Inconsciente remoto (de otras vidas), o próximo (de esta misma existencia),
que están causando disturbios psíquicos, psicosomáticos, orgánicos u otras
modalidades de desajustes, de relacionamientos interpersonales y
comportamentales, son revividos por el paciente. En estas vivencias aflora el
consciente, con liberación de gran contenido emocional, los eventos del pasado
que están causando los problemas presentes. Esta movilización de cargas
emocionales hasta entonces reprimidas, dinamizan y generan campos sutiles que
interactúan con los niveles de conciencia registrados en las estructuras mentales
(acción concientizadora) llevando, por un proceso de revaluación, a una nueva
disposición de mudanza (acción transformadora) donde se efectúa el proceso
terapéutico propiamente dicho. Estos recuerdos de vivencias anteriores de
episodios traumáticos, reprimidos en el inconsciente son aflorados al conciente, en
una experiencia liberadora a nivel psíquico, físico y emocional. Entonces, el
paciente recapitula acontecimientos pretéritos, a través de una experiencia íntima
muy peculiar, que le proporciona el conocimiento subjetivo de su propia verdad,
que su vivencia le permite tener; surge natural y espontáneamente un “insigth” ,
un “estallido” que lo lleva a la comprensión de los orígenes de sus problemas
actuales, que es la concientización que necesita para remover los síntomas
ligados a complejos afectivos. Es lo que se llama Acción Concientizadora.
Sólo la concientización de experiencias traumáticas reprimidas en las
profundidades ancestrales del inconsciente, no es suficiente para la cura o
solución de problemas. Ella puede revelar las causas de conflictos, desequilibrios,
fobias, neurosis, enfermedades y otros desajustes; sin embargo, sólo por la Acción
Transformadora es que el individuo va a conseguir eliminar sus problemas. Si por
un lado, la regresión de eventos traumáticos libera energías bloqueadas, por otro
lado, solamente la transformación individual podrá renovarlas. Después de la
concientización, el paciente es naturalmente llevado a un nuevo “insigth” y de allá,
por un proceso de autoeducación, a reformular su modelo de vida, programando
para sí las mudanzas comportamentales que necesita para equilibrarse,
aceptando el problema, consiguiendo así la cura y/o solución de sus conflictos. Es
su modificación psíquica, con nueva programación de trabajo, en el sentido de
transformarse de manera tan direccionada y desarrollar sus potenciales positivos y
creativos.
En esta técnica psicoterapéutica, es el propio paciente el que se cura, que
se libera de sus problemas. La acción transformadora psíquica implica la
valoración de la responsabilidad del paciente, por la cual él realiza –por
95
disposición propia- el trabajo de modificación y neutralización de sus problemas
actuales; hay una desvinculación con los problemas pretéritos, obteniendo
entonces la solución de sus conflictos y la remisión de los síntomas y,
consecuentemente, una vida mejor. El comprende que el pasado es pasado, que
realmente ya pasó, y no deberá ejercer más influencias perjudiciales en su
presente. Cuando el individuo se mejora a sí mismo, a través de la programación
de mudanzas y reorganización de su estado psíquico, se mejora también en
relación a su ambiente familiar, social y de trabajo. Como consecuencia de su
mejor relacionamiento interpersonal, él pasa a ver el mundo bajo un nuevo
modelo, y las personas con quienes conviven, pasan también a considerarlo
mejor. El éxito terapéutico es más rápido que el obtenido con las otras técnicas
convencionales. Es el propio paciente también quien se da el alta, cuando se
siente en condiciones satisfactorias de equilibrio psíquico, psicosomático,
orgánico, de relacionamiento interpersonal, etc., y considera ya superados sus
problemas. No se puede prever el número de sesiones necesarias pues cada caso
presenta características propias, subjetivas, que son variables de acuerdo con el
presente y con sus sintomatologías. Las sesiones tienen una duración de dos
horas, una vez por semana y, por lo que se ha experimentado, la mayor parte de
los casos lleva un promedio de 12 a 24 sesiones para la obtención del altas.
La Terapia Regresiva no es entretanto una panacea o un instrumento
mágico o milagroso, que viene a resolver todas las disfunciones psíquicas. Como
cualquier otra terapia, ella tiene sus indicaciones y sus limitaciones. Por este
motivo debe ser practicada sólo por individuos bien orientados y equilibrados. Es
indispensable para el terapeuta el entrenamiento teórico-práctico para que pueda
estar realmente habilitado y saber trabajar correctamente con estos “estados
específicos de conciencia”, conociendo las indicaciones y limitaciones de esta
técnica, informándose de los enunciados en que ella está basada. Los procesos
regresivos pueden también ser analizados a través del test de Rorscharch y el
psicodiagnóstico miocinético de Myra y López, aplicados antes y después de la
regresión, y después de haberse resuelto el problema del paciente, esos
resultados presentan correlación con datos electroencefalográficos. El doctor A.
Sech ha estudiado y observado alteraciones en kirliangrafías de pacientes
tomadas antes, durante y después del proceso regresivo. El terapeuta no usa
sugestiones de tiempo, época o acontecimientos pero recurre al inconsciente de
los pacientes que espontáneamente, de forma gradual, viene a emerger. La
Terapia Regresiva Reencarnatoria abre nuevos parámetros en el campo de los
recursos terapéuticos, constituyendo un instrumento más a ser usado por el
profesional, tanto aisladamente, como acoplado a otras técnicas
psicoterapétuticas, para obtener mejores resultados para su paciente.
La TVP no es aplicada en hipótesis alguna sólo para satisfacer curiosidades
fútiles o personales, deseos caprichosos de descubrir lo que fue importante en el
pasado, o confirmar informaciones imprecisas de tarotistas o videntes. Su
indicación es sólo parafines terapéuticos en la vigencia de síntomas
psicopatológicos, enfermedades psicogénicas, desequilibrios en el
relacionamiento personal, neurosis fóbicas, de angustia y otras enfermedades de
esa naturaleza. No hay necesidad de que el paciente acepte la reencarnación,
para someterse a la terapia con esta técnica.
96
Debe ser aplicada individualmente, y no en grupos. El tratamiento sólo debe
ser iniciado cuando el paciente realmente desea someterse a esta técnica
psicoterapéutica, y cuando él se compromete a no interrumpir la terapia, pues la
desistencia en la vigencia del proceso terapéutico puede serle perjudicial,
resultando en la persistencia de los síntomas y hasta el posible agravamiento de
los mismos, pues fueron manipulados contenidos emocionales traumáticos
reprimidos, cuyo tratamiento debe ser concluido adecuadamente. La interrupción
de la terapia es comparable a una herida abierta, sin los debidos cuidados para su
completa cicatrización.
El terapeuta debe dejar bien claro al paciente que esta terapia no es un
tratamiento espiritista, ni tiene un abordaje religioso; es un recurso terapéutico
más con que el profesional puede contar para aliviar o resolver muchos procesos
patológicos, y como tal, es utilizado a nivel de consultorio
El terapeuta, a través de esta técnica, auxilia al paciente a :
·  Desencadenar la vivencia de episodios traumáticos que se hallan
bloqueados.
·  Comprender racionalmente la causa de los problemas de su vida actual.
·  Tomar decisiones firmes y seguras de empeñarse en la transformación
de su modelo de vida, reprogramándose.
·  Dinamizar su autoconfianza.
·  Potencializar su voluntad de vencer las dificultades y superar los
posibles obstáculos.
Los cambios, para que tengan éxitos duraderos, deben ser pensados,
reflexionados y concientizados. El paciente debe ser considerado como un
todo durante el tratamiento regresivo, y la regresión no es el único tratamiento
terapéutico, debiéndose tomar en cuenta las diferentes variantes que
interfieren en los problemas del paciente, que deben ser abordadas y
trabajadas. Para eso puede ser utilizada la complementación con otras
técnicas, incluso la terapia de apoyo, durante su acción transformadora de
reprogramación para su mudanza personal, con sugestiones directas,
definición de objetivos, análisis de las situaciones familiares y ambientales. En
la terapia de apoyo se puede incluir, con resultados provechosos, la grabación
con programación positiva para el fortalecimiento del Ego, técnicas de
relajamiento u otras.
Se sabe que ciertos recuerdos de “cosas juzgadas olvidadas” (bloqueos)
que se encuentran registradas en la mente inconsciente, la cual funciona como
una central registradora de eventos a través de los tiempos, pueden ser
alcanzados por diferentes técnicas psicoterapéuticas. Aún las técnicas de
psicoanálisis y de libre asociación son proyectadas para recuperar esas
memorias. A nivel celular el “bloqueo” sería explicado por las restricciones que
actúan para evitar ciertos patrones de disparo específico adecuadas a
memorias específicas a ser alcanzadas.
97
Existen técnicas, como terapia de drogas, hipnosis o análisis, que liberan
esas restricciones. Cuando aplicadas, posiblemente disminuyen la ansiedad,
fenómeno que a nivel neurobiológico se refleja en actividad de células en
regiones específicas del hipotálamo y del sistema límbico, células que ahora se
tornan más conocidas por su control de tales aspectos del comportamiento.
Cuando puede ser removido el control desencadenado por la acción de esas
células y cuando el paciente es colocado en un estado de tranquilidad o de
relajación o estado específico de conciencia, la presión de la información
sensorial que llega al cerebro es reducida. Aquí estas células cerebrales serían
accionadas por el disparo de sus propios mecanismos sinépticos y el paciente
¡”...entra en estados específicos que completarán sus cursos
desencadenando secuencias de memorias de otro más reprimidas” (“El
Cerebro Conciente”, Steven Rose, Editorial Alfa y Omega, 1984, pág. 292).
El propio conciente puede crear mecanismos de defensa, alterando las
informaciones afloradas del inconsciente, que se manifiestan entonces en
forma de símbolos, cuando son bloqueadas por censuras internas,
represiones, complejos de culpa, rechazo u otros. Puede ocurrir también, en el
proceso regresivo, la interferencia de entidades espirituales inferiores,
perturbando la vigencia de la regresión. En este caso se recomienda
encaminar al paciente a un centro parapsicológico bien orientado para hacer
un tratamiento de desobsesión, antes o concomitante al tratamiento regresivo.
Cuando el proceso pasado de la vivencia traumática ocurre sin
acompañamiento de contenido emocional significativo, el paciente está
pasando por un proceso de retrocognición, en el cual hay solamente el registro
de determinados hechos pasados, como si recibiese apenas noticias, sin
liberación de emociones.
Durante la regresión, el paciente entra en un estado específico de
conciencia en el cual consigue vivenciar con mucha nitidez y realidad los
hechos experimentados a nivel físico, emocional y psíquico. A veces, esos
recuerdos afloran en forma de vivencias muy nítidas, claras y precisas,
relacionando hechos, nombres, personas, lugares, que dan al paciente la
certidumbre de que esos eventos son reales. Otras, llegan a presentar
sintomatologías clínicas y sensoriales relacionadas a la experiencia vivenciada
(crisis alérgicas o de asma, epileptiforme, desmayos, lipotimia, o aún
sensaciones de odio, venganza, susto, sorpresa, miedo, inseguridad, rechazo,
soledad, desesperación, fuga, dolor, calor, frío, parálisis, peso, etc.); otras
veces la vivencia se presenta en forma pictórica, como si estuviese impresa
sobre una tela mental, o una pantalla de cine o televisión, otras veces aflora en
forma de recuerdos que llegan de modo intuitivo, más lento o como un “insight”
de aparición brusca. Pueden también ocurrir lapsos de memoria, donde el
paciente pudo recordar datos más precisos, como su propio nombre, el lugar
donde vive, etc. Puede haber una mezcla de estas formas de vivencias con o
sin predominio de una de ellas.
Muchas veces el paciente llega a tener dudas de si lo que él está
vivenciando sería fruto de su imaginación o fantasía o dramatización, o
creaciones mentales, o hasta una crisis histérica o un delirio esquizofrénico.
Según Morris Netherton y Edith Fiore, ese temor no tiene mayores significados,
98
pues lo importante es conseguir la cura del paciente, y eso en general ocurre
en menor tiempo que en las terapias convencionales. Aquí el terapeuta debe
animar al paciente a dejar que las ideas afloren a su mente conciente, sin
temor, sin censura, sin represión, transmitiéndole seguridad y el apoyo que
debe tener en un consultorio. A veces, a partir de imágenes simbólicas o hasta
de contenido mental supuestamente imaginario, surgen una serie de otros
hechos que el paciente puede ver, oír o sentir, y desencadenar auténticas
vivencias.
En la experiencia de varios terapeutas que trabajan desde hace muchos
años con las técnicas regresivas, no afloran en las regresiones “altas”
personalidades, como reyes, reinas, príncipes, sino más frecuente es el
afloramiento de personalidades inexpresivas en el contexto social.
Las vidas revivenciadas no obedecen a una secuencia cronológica. Las
vivencias son apenas de hechos traumáticos de vidas anteriores y no de toda
una encarnación, lo que aleja la preocupación de que enemigos de vidas
pasadas puedan agravar o continuar tal enemistad.
Considerándose método, como “un conjunto ordenado de técnicas o
procesos necesarios para alcanzar determinado fin o resultado”, se desprende
que el método utilizado por esta terapia es la regresión del paciente a etapas
anteriores de su vida (prenatal, nacimiento y vidas pasadas). Considerándose
“técnica”, como “un conjunto de medios o procesos correctos para ejecutar
las operaciones de investigación o desarrollo de determinadas áreas del
conocimiento”, pueden ser utilizadas en TVP diversas técnicas, tales como las
de Morris Netherton, Edith Fiore, M. Julia P. Peres, hipnosis clásica, control
mental, método “Cristos”, etc.
Concluyendo, acompañamos el pensamiento de la doctora Edith Fiore en el
último párrafo de su libro “Usted ya estuvo aquí”: “Cierta es la doctrina de
muchas de las principales religiones del mundo: somos la suma total de todo lo
que fuimos hasta ahora, a través de las vidas sucesivas”.
Contamos ahora con el enfoque científico-terapéutico dado a la
reencarnación, con un instrumento psicoterapéutico más para curar o atenuar
numerosos procesos mórbidos vigentes en la patología humana.
Y ahora consideremos algunas reflexiones particulares. En primer lugar, el
lector avisado podría oponer dos explicaciones alternativas para el abordaje
hipnótico de las supuestas vidas pasadas. Una de ellas, estrictamente
psicológica. La otra, de naturaleza parapsicológica.
La primera diría que las fobias del sujeto tendrían explicación por
situaciones traumáticas atravesadas en la niñez. Lo que tomamos por vida
pasada sería una “dramatización” inconsciente, estimulada por lo que se
espera del sujeto en sí, esto es, que forzosamente relate una vida anterior. Tal
aproximación sería aceptable para explicar la vivencia de esa vida, pero no
para resolver su situación o aportar una solución, ya que si la regresión no
encuentra el origen de la fobia en esta vida, y la historia clínica del sujeto –
especialmente si podemos rastrearla hasta su primera infancia- ratifica esto,
entonces se hace cuesta arriba admitir la hipótesis de la “dramatización”.
En el segundo caso, es decir, buscando una explicación parapsicológica,
podría apelarse a la retrocognición o “clarividencia hacia el pasado”: el sujeto
99
ejecuta una clarividencia (conocimiento instantáneo sin el uso de los sentidos
físicos, la memoria o la hiperestesia indirecta) hacia momentos cronológicos
anteriores, o sea, algo así como una premonición al revés; el individuo “sabe2
lo que pasó a una hora, un día o siglos antes sin tener acceso por otra vía a
esa información. Y si bien la retrocognición explica muchos casos de
supuestas “encarnaciones” anteriores, no sirve para dilucidar el efecto
terapéutico de la TVP; una persona puede protagonizar novelísticamente la
información que percibe por retrocognición, de forma tal de aparentar una vida
anterior sobre los datos pertenecientes a otra que, en el pasado, transitó por
este mundo; pero no puede “curarse” de los traumas de otro, además de los
considerandos ya aportados sobre la presencia o no de cargas emocionales
asociadas a la vivencia de esos hechos del pasado.
La explicación meramente psicologista encuentra también otro obstáculo,
tal como es el hecho de que si el relato bajo regresión hipnótica es cotejado en
una investigación a fondo y resultan ser ubicables temporal y geográficamente,
aquella cae así ante la fuerza de los hechos.
Una objeción que suele hacerse con frecuencia a los reencarnacionistas es
la que nace del crecimiento demográfico de la población del planeta (y, por
extensión, del Universo). Se supone que los “espíritus” (empleo este término
sólo para que la cuestión sea entendible) de los pocos millones de habitantes
de la Tierra hace una determinada cantidad de milenios deben necesariamente
reingresar en los cuerpos de otros tantos de millones de habitantes actuales,
en consecuencia, cabe preguntarse que pasaría con todos los otros miles de
millones de habitantes del mundo que, de ser así, nacerían sin espíritu. A ello
pueden oponerse dos teorías:
a) o bien entender que los “espíritus” que encarnan no deben necesariamente
ser sólo de este planeta, con lo cual el proceso de trasmigración no
encontraría límites espaciales, o
b) si el “espíritu” es emanación del “alma” de una Conciencia Cósmica (“Dios”
puede ser su nombre, si así ustedes lo desean) su número, como tal, es
ilimitado. Así como el Misterio de la Trinidad dice que Dios es Uno y Trino a
la vez, su partícula en el hombre (la “mónada divina” de Leibnitz) no se
vería así circunscripta cuantitativamente. Razonemos: si todo es el Todo,
las nuevas generaciones no pueden surgir de la nada; necesariamente
deben hacerlo de ese Todo. Y si el mismo tiene la materia suficiente para
que, manifestada de las formas más disímiles, pueda eventualmente llegar
a materializar nuevas generaciones de seres humanos, nada se opone a
que su contraparte psíquica y/o espiritual también se multiplique las
ocasiones que sean necesarias.
Se entenderá mejor este concepto ejemplificándolo de la siguiente manera.
Consideremos el Universo un gran receptáculo o un tanque: a los seres vivos
como tantos otros pequeños recipientes distribuidos en su interior y a lo mental
o espiritual como una determinada cantidad de pequeñas esferas: en la medida
en que a cada recipiente le corresponda una y sólo una pelotita tendremos
entonces una cierta cantidad de seres vivos con alma o conciencia dentro de
100
ese universo, pero si aumentara la cantidad de recipientes y se mantuviera fija
la de esferitas llegaría un momento en que algunos de los primeros se
quedarían sin las segundas. Tal es el caso de considerar la crítica a la
reencarnación en base a un número constante de mentes que se suceden en
distintos cuerpos.
Pero si en lugar de “esferas-mente” tuviéramos una masa de líquido (un
“líquido-mente” dentro del Gran Tanque) pues sólo la limitada capacidad del
tanque-universo pondría tope a la cantidad de cuerpos-recipiente que pudieran
caber, todos los cuales y cualquiera fuera su número estarían sumergidos por
igual (y gozando de las posibilidades) de aquél líquido-mente.
101
CAPITULO XV
EVIDENCIAS COMPLEMENTARIAS
La “memoria” sobrevive a la muerte
Una sorprendente comprobación, que la “memoria” de una molécula puede
sobrevivir a la desaparición de ésta, está conmoviendo al mundo científico.
El biólogo francés Jacques Benveniste explica el descubrimiento que tiene
perpleja a la comunidad científica internacional con la siguiente comparación:
“Es como si a uno se le cayera la llave de arranque del auto en el río Sena, en
el centro de París, tomara después unas pocas gotas de agua del mismo río
doscientos kilómetros corriente abajo y pudiera hacer arrancar el auto con esa
agua”.
El biólogo y un equipo de trece científicos canadienses, israelíes e italianos
han descubierto que una molécula diluída hasta que deja de existir puede
comportarse como si aún estuviera presente y que el líquido de la dilución
conserva la “memoria” de la molécula.
El hallazgo, que da por tierra con todo el conocimiento molecular aceptado
actualmente, es tan sorprendente para el mundo académico que el equipo ha
estado tratando de encontrar una falla a su propia comprobación desde hace
ocho años, pero los estudios llegan siempre a la misma anonadante
conclusión.
Los resultados han reconfortado a los partidarios de la medicina
homeopática, quienes nunca supieron exactamente de qué manera diminutas
cantidades de sustancias naturales como la belladona y el opio pueden tener
propiedades curativas.
Muchos científicos han manifestado que no hay evidencias de que
productos utilizados en medicina homeopática pueden curar enfermedades,
pero los partidarios de esta práctica señalan que el nuevo descubrimiento
podría demostrar que los productos conservan la “memoria” de sustancias
curativas.
“Si hasta ahora había alguna certeza en nuestro universo biológico, era que
para cada función existía una molécula que le correspondía. Nuestros estudios
evidencian la existencia de un efecto de tipo molecular en ausencia de la
molécula”, destacó Benveniste.
Este científico inició su investigación en 1985 con un interrogante
relativamente simple: ¿podría demostrarse que los medicamentos
homeopáticos –producidos con sustancias naturales en lugar de drogas
manufacturadas en laboratorios- tienen un efecto biológico sobre las
personas?.
102
Para encontrar la respuesta se diluyeron moléculas hasta el máximo grado
posible, diez elevado a la centésima sexagésima potencia. La cantidad de
partículas que hay en el universo es igual a diez a la sexagésima potencia.
Según la Ley de Abogador, una molécula deja de existir cuando ha sido
diluída en la proporción de diez a la vigésima tercera potencia. La labor del
equipo investigador representa la primera vez que se sugiere que una molécula
podría tener una memoria biológica independiente.
Benveniste publicó los resultados de sus estudios en 1985, y ellos
indicaban que los productos homeopáticos podrían tener un efecto perceptible
sobre el organismo humano, desatando de paso una polémica entre los
oponentes y los partidarios de los controvertidos medicamentos.
El respetado periódico científico “Nature” decidió publicar en su edición de
junio de 1988 los resultados del trabajo en equipo, pero con una inusual
“reserva editorial” en la que consignaba que el resultado del trabajo era
tremendamente controvertido.
En un editorial titulado “Cómo creer en lo increíble”, “Nature” advirtió que
Benveniste había aceptado que otros biólogos viajen a París para estudiar el
descubrimiento.
El especialista, de cincuenta y tres años, indica que no se siente
complacido al tener que publicar los resultados de sus investigaciones cuando
aún no se sabe qué produce la reacción a pesar de la aparente desaparición
de la molécula.
Otro factor inexplicable es que el experimento es sólo exitoso si el líquido
con que se efectúa la dilución es agitado vigorosamente.
El ganador del premio Nobel de Química Jean-Marie Lahan declaró durante
una entrevista para el diario “Le Monde”: “Estos resultados son inquietantes,
muy inquetantes”.
“No veo de qué manera en biología, habiendo desaparecido una molécula,
puede transmitirse información que estaba contenida en ella”, agregó.
“Si estos resultados se confirman –y ello no es imposible aunque las
probabilidades sean muy exiguas- pondrán en tela de juicio toda la base sobre
la cual se asienta el conocimiento molecular”, destacó Lahan.
Como se comprenderá, este descubrimiento –que sí reúne todas las
credenciales exigibles por el ambiente académico científico- es invalorable a la
hora de fundamentar la sobrevivencia a la muerte, ya que si una molécula –
entidad física- no solamente demuestra así una correspondencia energética
inherente sino, más aún, señala la extensión cualitativa y cuantitativa en lo
temporal que la misma acusa, se hace difícil negar tal acerto. Pues el
descubrimiento de Benveniste demuestra que la “memoria” (en el sentido
energético del término) no sólo continúa existiendo después de la desaparición
física de aquella (su muerte) sino que amplifica su efecto a través del tiempo y
a través del espacio y la materia. Dicho de otra forma, esta condición se opone
a la destructiva Ley de Entropía, conformando un ejemplo destacable de
Negantropía y, si se quiere, de evolución post-mortem. Y si una sencilla –
estructuralmente hablando- molécula presenta tal efecto, ¿qué no puede
esperarse de esa concepción holística cuerpo-mente, ese complejísimo y sutil
entramado orgánico, energético y emocional que llamamos “ser humano”?.
103
CAPITULO XVI
UNA REIVINDICACIÓN DE LA ASTROLOGÍA
Una de las razones habitualmente esgrimidas por los escépticos para
denostar a la ciencia astrológica es, aunque parezca un mero juego de
palabras, precisamente lo que emana de las líneas que anteceden, es decir,
que ningún concepto de cientificismo puede compatibilizar con las propuestas
astrológicas. De hecho es extremadamente difícil encontrar, por lo menos en
los estratos académicos del “establishment” científico, un profesional que
acepte dedicar cierta dosis de duda racional –o debería decir “razonada”- a
esta disciplina, y si bien el primer pecado de tales denostadores pasa por su
absoluto desconocimiento de textos, fundamentos, filosofías y técnicas
astrológicas, se suele decir que el mismo despropósito de su existencia
invalida cualquier merecimiento de atención que pudiera brindársele.
En realidad, deberíamos convenir que sólo merece considerarse una actitud
respetable –intelectualmente hablando- el rechazar una propuesta cuando la
misma ha sido debidamente examinada y se han señalado, más allá de toda
duda posible, sus errores metodológicos. Y, en consecuencia, sólo quien se
haya especializado en una determinada técnica tiene derecho a señalar los
errores –reales o supuestos- de la misma, precisamente porque la conoce
hasta sus mínimos detalles. Consideremos, como ejemplo, otra rama del saber
cualquiera: por ejemplo, la Medicina. Si de hablar de sus desaciertos se trata –
y, en lo que respecta a la occidental y alopática, vaya si los tiene- seguramente
estaría muy mal visto que se dedicara a criticarla un astrónomo, un botánico o
un físico. Sólo los médicos tienen derecho a hablar (bien o mal) de la misma.
Es obvio.
¿Es obvio?.
Con la Astrología vemos que ello no ocurre, ya que astrónomos,
matemáticos, médicos, cualquier doctorado se cree habilitado para opinar –
generalmente en forma pésima- sobre la misma. Y si se me permite, no creo
que realmente aquellos sepan mucho sobre el tema.
Tomemos el caso de los astrónomos. Su conocimiento de las
características físicas y comportamiento mecánico de los astros no los habilita
para incursionar en un terreno netamente esotérico –en el buen sentido de la
palabra- como es el que nos ocupa. Ya que si bien algunas de sus
afirmaciones son ciertas poco le hace a la Astrología correctamente entendida.
Es cierto, como ellos suelen señalar, que las constelaciones no son las
mismas hoy que hace cinco mil años por lo que, por ejemplo, el Aries de aquél
entonces corresponde estelarmente al Tauro de hoy y así sucesivamente,
como consecuencia natural de la precesión de los equinoccios. También es
cierto que los planetas –salvo el sol y la Luna, el primero por su masa y la
segunda por su proximidad- no influyen ni gravitatoria ni energéticamente en
104
los seres humanos; bien decía Carl Sagan que, en el aspecto gravitatorio,
seguramente influía en un recién nacido más la masa del médico obstetra que
la de Marte, por caso. Y que aún en el caso de la influencia de un planeta
cualquiera sobre el ser humano, determinadas condiciones planetarias
deberían afectar a todos loas hombres exactamente por igual, y no
favorablemente a unos y desfavorablemente a otros, según el momento y lugar
de nacimiento de cada uno. Así, si Marte –para seguir con el ejemplo- está
“mal aspectado” debería estarlo por igual para todos los seres humanos, si de
influencias físicas o energéticas se trata, y no acentuadamente para tal o cual
signo.
Pero en realidad debemos convenir que tales críticas sólo son aceptables si
se desconocen los verdaderos fundamentos de la Astrología cosa que por
cierto es en la que incurren muchos supuestos cultores de esta disciplina; lo
que quizás explique los graves errores que en nombre de aquella se cometen
reiteradamente. Claro que, al igual que en muchos otros campos del saber
humano, en esta ocasión la culpa no es de la Astrología sino de los astrólogos.
O, al menos, de algunos de ellos.
Esto se comprenderá más fácilmente en el momento de explicar que la
filosofía hermética de la arcana Astrología enseña que cuando se habla de
Marte, Luna, Mercurio, etc., en realidad no se está hablando de los cuerpos
físicos que conocemos astronómicamente con tales nombres, sino de sus
correspondencias simbólicas expresadas –si ustedes gustan de los términos
psicologistas- en el Inconsciente Colectivo de la humanidad, basándose en el
Principio de Correspondencia, piedra basal de la estructura intelectual
ocultista.
Según el mismo, como escribiéramos anteriormente, el Universo es una
multiplicación de sucesiones holísticas; lo que es lo mismo que decir que la
parte de un Todo es igual, microcósmicamente hablando, a ese Todo. Así,
como he analizado en otra parte, toda la naturaleza tiende a demostrar que
cada elemento se refleja en mayor o menor proporción en el sistema que le
rodea pero del cual es también parte indivisible: la palma de la mano refleja su
vida, su carácter y su salud, esta última también visible en la planta del pie
(“reflexología”) o en el pabellón de las orejas (“auriculoterapia”) y, a fin de
cuentas, así como el sistema en el que vive el hombre (la Tierra) es un setenta
por ciento agua y un treinta por ciento materia sólida, él mismo es también un
setenta por ciento líquido y el resto materia sólida.
Como la moderna psicología ha demostrado, el Inconsciente Individual de
cada habitante del planeta, más allá de acumular y reflejar las vivencias
particulares de cada persona, forma parte de un gigantesco entramado que
conocemos como Inconsciente Colectivo. La Ley de Correspondencia enseña
que no sólo los arquetipos del Inconsciente Colectivo se reflejan –
corresponden- con los del Individual, sino que también todo lo que existe
físicamente en el Universo debe existir en otros planos, tales como el astral –
sobre cuya hipotética realidad hemos discutido en otro punto- el energético y –
atención- el psíquico. De manera tal que el Inconsciente Colectivo contiene
también imágenes arquetípicas, simbólicas, que se corresponden con la
naturaleza –esotéricamente hablando- de Marte, Mercurio, etc. Esto se
105
comprenderá mejor si retornamos al evidente ejemplo de los cuatro elementos
constituitivos del mundo: Aire, Agua, Tierra y Fuego. Según enseñaban los
antiguos Maestros, todo cuanto conocemos se compone de cuatro elementos y
sólo esos cuatro ya indicados. Podemos cometer el grosero error de pensar
que esos filósofos creían que la tierra, el agua, el aire y el fuego formaban al
mundo, y así caeremos en el olvido de que ellos en realidad se referían a
categorías en las cuales esos elementos llamados “tierra” (si pensamos en la
que pisamos), “agua” (la que fluye por los ríos), “fuego” (el de la hoguera) y
“aire” (el que respiramos) no son en realidad sino la expresión más grosera,
más material, de unos cuatro primeros principios elementales de los que
esos gases, líquidos o materias son apenas una de sus manifestaciones. Así,
cada elemento representa en realidad un conglomerado de conceptos o, más
correctamente, entes teleológicos. Por ejemplo, al “fuego” se asocia, sí, el
fuego de los fósforos, pero al “fuego” corresponde también el abstracto
concepto de “peligro”, algunos signos zodiacales (Aries y Leo, por ejemplo), el
color rojo, ciertas notas musicales, etc. De esta manera, el Marte al que se
refiere la Astrología en una circunstancia dada, es a la correspondiente
simbólico-astrológica propia del Inconsciente Colectivo y proyectado
microcósmicamente en el Inconsciente Individual del sujeto de referencia, del
Marte astronómico.
En el momento del nacimiento, la carta natal establece cuál era el aspecto
del cielo en ese punto del continuun espacio-temporal que es original y con
características propias e irrepetibles pues, por caso, sólo habrá un Juan
Antonio Pérez nacido en buenos Aires el 17 de setiembre de 1944 a las 05.33
hs y sólo uno. Habrá otros Juan Pérez, u otros individuos nacidos en ese lugar
o ese momento, pero sólo uno que reúna todas esas características.
En consecuencia, la matriz astrológico-simbólica inmanente al Inconsciente
Colectivo (reflejo correspondiente y microcósmico, recordemos, de los
aspectos físico-astronómicos que el Universo que nos rodea va adoptando en
ese momento) coexistente en ese punto, se proyecta holísticamente al
Inconsciente Individual del bebé. En consecuencia, las variaciones sidéreas del
cosmos provocarán variaciones semióticas en el Inconsciente Colectivo y las
correspondiente en el Inconsciente Individual de cada hombre, modificadas por
la variable particular de la matriz astrológica del momento de nacimiento,
redundarán en conductas (provocadas obviamente por motivaciones, aunque
en este caso no de índole vivencial personal) diferentes para cada sujeto. De
allí otra correspondencia: si bien idénticos signos tienen, a “grosso modo”,
posibilidades parecidas (como las biotipologías humanas indican respuestas
psicológicas similares), los detalles de un horóscopo (situación de la Luna,
aspectaciones, planetas retrógrados, etc.) implican eventos con apreciables
diferencias (como la educación, el arrastre cultural y otros contenidos hacen
que dos biotipologías no discurran necesariamente por los mismos caminos).
De todo esto se desprende la clave fundamental de la Astrología que no
supo ser comprendida, insisto, aún por muchos astrólogos: nuestro campo de
estudios se alimenta de datos astronómicos, pero concluye sobre procesos
simbólicos y psicológicos.
106
En este sentido, entonces, hasta los aspectos más burdamente criticados
de la Astrología adquieren la fuerza de la verdad: es egocéntrica en una
época donde este concepto ptolemaico está completamente caduco y es
correcto que lo sea ya que para el hombre, psicológicamente hablando, él es el
mismo centro del universo. Es determinista en la medida que, como enseña la
Psicología, los impulsos y vivencias básicas del individuo inclinan su existencia
en un determinado sentido, requiriéndose un esfuerzo no menor al necesario
para variar la presión de las estrellas para oponerse a su tendencia.
Por otra parte, la crítica enunciada al principio, en el sentido de la
retrogradación de las constelaciones zodiacales carece de aplicación en el
tema que nos interesa ya que, aunque este dato importantísimo sea ignorado
aún por la mayoría de la gente (defensores o detractores), signo zodiacal y
constelación zodiacal no son la misma cosa. En efecto, mientras que una
constelación es un agrupamiento hipotético de estrellas que conforman (con
mucha imaginación, ciertamente) una figura en el cielo, y es dicha constelación
zodiacal cuando se ubica sobre la circunferencia de la eclíptica (o ruta
aparente del Sol en el cielo), un signo zodiacal es un espacio vacío de treinta
grados a ambos lados del eje de rotación del plano de la eclíptica. Las
constelaciones, en consecuencia, pueden variar, retrogradar por el movimiento
de precesión de los equinoccios, cambiar su configuración o su cantidad. De
hecho, es lo que ocurrió recientemente con el “descubrimiento” de una nueva,
la Araña, y que llevó a que los improvisados de siempre hablaran y escribieran
sobre la “hecatombe de la Astrología a la que al haberle aparecido un nuevo
signo, echa por tierra las especulaciones sobre los otros doce” y que, como
vimos, nada tiene que ver con los signos clásicos, ya que estos, al ser
espacios “en blanco” en el firmamento, permanecen constantes. El hecho de
que constelaciones y signos lleven los mismos nombres se debe a la
coincidencia espacial que tuvieron en los albores de esta disciplina, seis mil
años atrás, y que facilitaba su identificación.
Indudablemente, reconsiderar las enseñanzas, métodos y conclusiones de
la Astrología a la luz de estas consideraciones modificaría, susceptiblemente,
el punto de vista habitualmente escéptico y dogmático con que la comunidad
científica observa estos conocimientos.
107
CAPITULO XVI
“CASUALIDADES”
SIGNOS Y SÍMBOLOS DE LO TRASCENDENTE
El rey Humberto I de Italia llegó apresurado con su comitiva a la cena en
ese restaurante de Monza. Una apretada agenda aún quedaba por cumplir en
las horas siguientes –una velada de gala privada- y no tenía demasiado tiempo
para otras distracciones. Era el veintiocho de julio de mil novecientos y la
situación política era lo suficientemente tensa como parea no perder el tiempo
en desaprovechar estos pequeños respiros. Pero a los pocos minutos de
sentarse a la mesa, la observación de un integrante de su custodia lo
galvanizó: el propietario del local, que se había acercado para presentarle sus
respetos, era físicamente idéntico a él, un verdadero sosías. Trabados en
conversación, comenzaron a sucederse otras coincidencias que apasionaron a
los presentes: el gastronómico también se llamaba Humberto, había nacido en
Turín –ciudad en que vio la luz el príncipe- el mismo día y, al igual que Su
Alteza, su esposa se llamaba Margarita. Se habían casado el mismo día y la
víspera de ser coronado Humberto I el padre del propietario actual del salón
había fallecido, legándole el negocio. Coincidencias tan sorprendentes no
podían dejar de inquietar al rey, quien invitó a su homónimo a visitarle en
palacio unos días después para seguir conversando sobre el particular. Pero el
curioso encuentro nunca pudo concretarse: a la mañana siguiente, la bomba
arrojada por un terrorista terminó con la vida de Humberto I. Horas más tarde,
el otro Humberto era asesinado por dos delincuentes que penetraron en su
local.
Una de las especies más extrañas de peces es la conocida como “pez
mariposa”. Habita casi con exclusividad en las costas del Mar Rojo y frente a
los puertos árabes. Entre las características peculiares de su constitución física
figura el extraño diseño en su cola, que es así:
No muy lejos de sus dominios, en tierra firme musulmana, los humanos que la
habitan, en su mayoría mahometanos, viven murmurando como un sonsonete,
decenas de veces al día, la frase “No hay otro Dios que Alá”, frase que en
árabe se escribe, por supuesto, como:
En 1964 un accidente con fortuna llenó páginas de los periódicos de Detroit,
Estados Unidos. Un niño de un año de edad cayó desde el cuarto piso de un
edificio al descolgarse por una ventana ante el descuido de sus padres,, pero
milagrosamente salvó su vida al caer sobre un desprevenido transeúnte
llamado Joseph Fybed. Exactamente un año más tarde, el mismo niño cayó
nuevamente de la misma ventana y, otra vez, sobrevivió porque un paseante
actuó de colchón salvavidas. Era Joseph Fybed.
108
Miembro de la Cámara de los Lores británica, Sir Edmintby Godfry fue
asesinado el veintiséis de noviembre de mil novecientos once en una
comunidad llamada Greenberry Hill. Sus asesinos, posteriormente
caspturados, juzgados y ejecutados en la horca, se apellidaban Green, Berry y
Hill.
Anthony Hopkins es un actor inglés de larga y reconocida trayectoria en la
cual, seguramente, su papel como el psicópata psiquiatra Hannibal Lecter en
“El Silencio de los Inocentes” es tal vez el más popular en los últimos años.
Pero algunos hechos extraños jalonan su vida. Como el que le ocurriera a
principios de los años ’70, en que una compañía de teatro le propone llevar “La
chica de Petrovna”, de George Feifer, a la televisión. Interesado en la
propuesta y una semana antes de tomar contacto con el autor para charlar los
detalles, trata de conseguir por todo Londres un ejemplar de la obra, sin éxito.
Desmoralizado, cierto día en que esperaba el subterráneo en la estación de
Leicester Square, observa un libro abandonado sobre un asiento. Al recogerlo,
descubre que es un ejemplar de “La chica de Petrovna”, autografiado por el
propio Feifer.
Charles Francis Coghlan era un actor dramático norteamericano nacido en
1866 en la isla Prince Edward, en el golfo de San Lorenzo. En 1899, mientras
se encontraba de gira artística en Texas, una repentina fiebre hemorrágica
acabó con su vida. Fue sepultado en el cementerio local, pero no pudo
descansar en paz por mucho tiempo; en septiembre de 1900 un huracán
arrasa el cementerio y entre las numerosas tumbas que destruye y cuyos
féretros arroja al mar, se encuentra el de Coghlan. Las piadosas búsquedas de
las autoridades para recuperarlo y darle nuevamente sepultura fueron vanas.
Ocho años después, los atemorizados aldeanos de la isla Prince Edward, a
5600 kilómetros de distancia por mar, contemplan azorados como las olas
arrojan a la costa un ya podrido ataúd. Era el de Charles Francis Coghlan, que
por fin regresaba a casa.
El papa Paulo VI compró en 1923 un despertador que llevó siempre
consigo, en sus múltiples viajes y mudanzas. Durante decenios, la preciada
pieza de relojería sonó invariablemente a la seis de la mañana, hora en que el
pastor de los católicos iniciaba su jornada, hasta que en los primeros días de
agosto de 1978 pareció descomponerse. Llevado al relojero de confianza,
descansó en uno de los tantos anaqueles hasta que, sin que nadie siquiera se
aproximara a él, comenzó espontáneamente a sonar el día 6 a las 21.40 horas.
En el preciso momento en que, a algunos kilómetros de allí, Paulo VI moría.
El idioma inglés puede producir combinaciones muy graciosas en nombres
y apellidos. Como el muy común Brown (“marrón”) o Shoemaker (“zapatero”).
Pero tiene colmos que lo superan; si no, que lo diga el doctor Donald Tripplet
(“Tripplet” en inglés significa “triplete” y, por extensión, “trillizos”), conspicuo
obstetra neoyorquino a quien, contra todo cálculo de probabilidades, le tocó
109
atender tres partos de trillizos (y ninguno de mellizos, cuatrillizos o cualquier
otro número) en su carrera profesional.
Escritor y filósofo, Arthur Koestler siempre recordó su desconcierto al
descubrir, hojeando viejos periódicos, la tétrica historia que en el verano de
1884 protagonizaron dos sobrevivientes del naufragio de la yola “Mignorette”,
cuando el grumete Richard Parker, luego de largas semanas de boyar en un
bote a la deriva, fue golosamente devorado por su compañero de infortunio que
así sobrevivió. La historia, pese a ser terrible, no merecería ocupar lugar en
estas páginas si no repitiera puntillosamente los hechos ficticios relatados por
Edgar Allan Poe veinte años antes en un cuento donde coincide hasta el
nombre del antropófago: Arthur Gordon Pym.
Durante más de veinte años la familia Bithell, de Portsmouth, Hampshire,
sostuvo un almacén de ramos generales. Durante más de veinte años, un
cartel pintado cuidadosamente sobre dos cartones adheridos entre sí y colgado
ante un escaparate, rezaba: “Cerrado los miércoles”. Eso, hasta que un día
indicaron a una de las hijas, Hielen, que lo descolgara para hacer uno nuevo,
porque estaba sumamente deteriorado y porque, tras el reciente casamiento
del hermano mayor y su reciente incorporación como encargado del
establecimiento, otro iba a ser el día semanal de descanso. Al desarmar el
cartel, una de cuyas caras era el reverso de una vieja fotografía hallada en el
local antes de ser inaugurado, se descubre que en la misma aparece, entre
familiares, la pequeña Sheila, hoy cuñada de Hielen y, como ya habrán
adivinado, esposa de Steve, el hermano mayor.
Oriundo de Louisville, Kentucky, George D. Byson se encontraba de paso
por motivos de negocios pòr primera vez en octubre de 1937 en Nueva York. Al
azar casi, elige el Hotel Brown para pasar la noche, y al anotarse en recepción,
en plan de bromas, pregunta si no habíoa recado para él. Lo había. Era una
carta destinada a otro George D. Byson, al igual que el “nuestro”, alojado un
año atrás también en la misma habitación, la 307.
Hay suertes y suertes, pero algunas son desgracias cósmicas. Como la que
le ocurrió a Charles Barnaby, un oscuro ladronzuelo de Yorkshire que arrebató
en septiembre de 1967 la cartera de una dama a metros de un hotel, donde,
advirtiendo una respetable multitud, entró corriendo para confundirse en el
gentío... y descubrió a su pesar que se trataba de una convención de policías.
En 1968, la muy acreditada Sociedad Real para la Prevención de
Accidentes realizó su simposio anual en la localidad de Arrógate, Inglaterra,
pero debieron suspender las sesiones en la tarde del primer día. Se les
derrumbó encima parte del techo del salón.
A los alumnos del colegio Keep Hatch, de Workingham, Berkshire,
Inglaterra, más vale no hablarles de UFOs, que no son OVNIs sino
Unidentified Flying Omelettes (“Tortillas de huevo voladoras no
110
identificadas”) desde que en 1974, en una tarde soleada, sin nubes, aviones ni
globos, de algún lugar del cielo llovieron ingentes cantidades de huevos de
gallina que dejaron el patio de recreos hecho un desastre. A propósito, Keep
Hatch se traduce como “seguir empollando”.
A fines de 1967, el agente de policía Peter Moscardi, neoyorquino y
recientemente incorporado a su comisaría, da el número telefónico de su
oficina a un amigo para hablarse antes de las fiestas de fin de año. Sin darse
cuenta, equivoca el número correcto (40116) facilitándole el 40166. Una
semana después, en una ronda nocturna, descubre que la puerta de un
establecimiento textil se encuentra abierta a hora tan impropia como aquella.
Entra extremando las precauciones, cuando lo sobresalta el insistente timbre
del teléfono. Decide atender (en la presunción de tratarse de personal del lugar
para que concurrieran a cerrarlo como correspondía) para descubrir, claro, que
era su amigo que llamaba para saludarlo. Porque, como era de esperarse a
esta altura del relato, el número de teléfono del local era el 40166.
Carol Alsjough se levantó muy temprano esa mañana del 9 de febrero de
1979. Después de despertar a su hermana y su cuñado, se dirigió a la cocina
de la casita que poseían en Grand Rapids, Michigan, Estados Unidos, a
preparar el desayuno. Pero estuvo absorta largos minutos observando un
extraño carámbano de hielo que colgaba del marco de la ventana, producto de
la helada de la noche anterior. Extraño porque reproducía con absoluta
fidelidad una mano derecha, sus cinco dedos bien proporcionados, uno
oponible como el pulgar. Corrió a buscar su cámara fotográfica, tiró un par de
placas y de pronto un grito la paralizó: su hermana entró segundos después en
la cocina, la mano derecha sangrante envuelta en una toalla con la que
intentaba restañar la herida hecha al resbalar en el baño y caer sobre un frasco
de vidrio.
¿Cuál es el sentido de estas líneas?. Como el lector recordará,
oportunamente hemos hecho especial hincapié en las llamadas Leyes
fundamentales del Universo. Una de ellas era la así denominada Ley de
Causalidad. Y por mucho que hipoteticemos sobre la misma, por muy
coherente que aparezca a la cosmovisión ocultista, la certeza de su existencia
debe documentarse en hechos. Desde estas páginas, desafiamos a cualquier
pensador racionalista a explicar por la teoría de la probabilidades (y en
consonancia con el principio de economía de hipótesis) los ejemplos aquí
expuestos. Que no son extraños a una generalidad, ya que decenas del mismo
tenor obran en nuestros archivos y no lo volcamos aquí sólo para no aburrir
innecesariamente al hasta ahora paciente lector.
Este resumen de eventos anómalos nos remite a un concepto muy caro al
Ocultismo contemporáneo: los así llamados S.P.A.: Signos Precursores de
Acontecimientos. Hechos cargados de simbolismo, signos inequívocos de un
metalenguaje con el que alguna entidad superior trata de decirnos algo.
111
CAPITULO XVIII
LUZ Y SOMBRA DE DIOS Y SATÁN
“... y Dios dijo: “Hágase la Luz”. Y la Luz se hizo”... “En el principio, el
espíritu de dios flotaba sobre las aguas, y era Padre, Verbo y Espíritu
Santo...”.
Bíblicamente es reiterativa la mención del sonido, motivado
inteligentemente como energía generadora de formas, de pensamientos, de
obras. En Oriente, el concepto de “mantram”, palabra que significa “oración”,
habla de la seguridad de civilizaciones milenarias en el poder espiritual de
ciertas modulaciones de sonidos. Y vivimos –todos- en un universo que es eso;
uni-verso. Un solo sonido.
Un solo sonido. Expresión que deberá remitirnos a la Ley del Mentalismo,
pero que aquí adquiere otra dimensión, el comprender que el sonido como tal
es vibración, oscilación. Y el Todo (materia)+(energía)+(plasma), vibra
permanentemente. Todo, cualquier cosa, mis manos que teclean frente a mi
PC o la tecla contra la que cae con fuerza mi dedo son, en un nivel
infinitesimal, sólo vibraciones. Energía vibratoria es la que nos bombardea, nos
da vida o nos mata. Y estudiando las vibraciones, comprendemos como éstas
también definen un “ascenso de nivel” evolutivo en la naturaleza o, si se quiere,
una expresión cada vez más sutil de ese principio cósmico a que –otra vezdebemos
referirnos en la Ley del Mentalismo. En consecuencia, estudiemos
las progresiones vibratorias, atendiendo a los principios herméticos que dan la
sacralidad de ciertos números, y rozaremos un conocimiento que algunos, sin
duda, calificarían de peligroso.
La negantropía –negación de la Ley de entropía- habla de la importancia
del crecimiento geométrico (duplicación de toda cifra anterior) para definir una
estructura sinergéticamente coherente. Así, vemos en la siguiente tabla como
todas las vibraciones que existen a nuestro alrededor son agrupables en
“grados”, cada uno, duplicación del anterior:
1ª grado: 2 osc.p/seg
al
3º grado: 8 osc.p/seg______________________INFRASONIDOS
(Porque: 1º grado= 2 o.p.s.; 2º grado= 4 o.p.s.: 3º grado= 4x2= 8 o.p.s.)
4º grado: 16 ops
al
15º grado: 32.768 ops______________________OIDO HUMANO
16º grado: 65.356 ops
al
112
25º grado: 33.554.432 ops__________________ULTRASONIDOS
26º grado: 67.108.864
al
31º grado: 2.147.483.648__________________ONDAS ELECTRICAS
32º grado: 4.294.967.256
al
47º grado: 140.737.488.355.328_________ONDAS ELECTROMAGNÉTICAS
48º grado: 281.474.976.710.656________ONDAS LUMINOSAS
49º grado: 562.949.953.421.312________ONDAS INFRARROJAS
50º grado: 1.125.899.906.842.624_______ONDAS ULTRAVIOLETAS
51ª grado: 2.251.799.813.685.248
al
60º grado: 1.152.921.504.606.846.976____RADIACIONES CÓSMICAS
61º grado: 2.305.843.009.213.693.952____RAYOS “X”
62º grado: 4.611.686.018.427.387.904____ONDAS MENTALES
este grado 62 es sumamente interesante. El número 62, por reducción
teosófica (adición entre sí de los dígitos de una cifra) resulta en 8, es decir, lo
que se llama en Filosofía Hermética el “cuaternario material filosófico” ($)
por 2, lo que simbólicamente significa el nivel máximo de evolución del
pensamiento humano. Pero a partir de aquí, la multiplicación geométrica
(duplicación de toda cifra anterior) tiene que definirnos otras cosas. ¿Qué
cosas?. Pues la energía que caracterice, ora a Satán, ora a Dios, Verbo
(Hijo=Cristo) y Espíritu Santo. Así:
63º grado: 9.223.372.036.854.775.800 = ENERGÍA SATÁNICA.
Pero 6 + 3 = 9. Numerológicamente, Satán se esconderá a veces en el 9,
un número que, junto con el 7, tradicionalmente simboliza a Dios. Porque,
según la filosofía simbólico-numerológica, el número que expresa al “contrario”
es el 6 (“casi” tan perfecto como el 7 o sea, dios). Pero el 6 siempre ha sido
un número enigmático. ¿Ustedes observaron el hecho de que se dibuja como
el 9, pero invertido?. ¿Por qué razón?. ¿Los antiguos, no fueron capaces de
crear un signo, un símbolo, distinto para expresar esa cantidad?. ¿O lo hicieron
ex profeso, para transmitirnos el conocimiento que “6” y “9” eran lo mismo,
pero al revés?. A fin de cuentas el número bíblico de la Bestia, 666, puede ser
reducido también a 9 ( 6 x 3 = 18 = 1 + 8 = 9 ).
Ahora bien, ¿por qué afirmamos la “divinidad” del 9?. En Ocultismo, uno de
sus principios rectores dice que la parte del todo refleja el Todo. Si hay un
orden, una armonía cósmica, un Dios, debe reflejar, aún en nimiedades, ese
orden. Es más, es imperativo, pues la esencia de Dios tiene que interpenetrarlo
todo, de lo contrario no sería omnisciente. Y el 9 tiene el sino de lo cíclico, la
perfección de volver a sí mismo, Ouroboros, el gusano cósmico que se
muerde la cola, el único número que cumple estas extrañas condiciones:
113
9 x 1 = 9
9 x 2 = 18 = 1 + 8 = 9
9 x 3 = 27 = 2 + 7 = 9
9 x 4 = 36 = 3 + 6 = 9
9 x 5 = 45 = 4 + 5 = 9 y así sucesivamente. Ningún otro número comparte
esta singularidad.
Pero veamos otros ejemplos:
123456789 x 9 = 1111111101 = 9
123456789 x 18 (9 x 2) = 2222222202 = 18 = 9 (1 + 8)
123456789 x 27 (9 x 3) = 3333333303 = 27 = 9 y así sucesivamente
También podemos ver la “pirámide mágica” usada como potente talismán,
pues expresa un orden divino en:
1 x 8 = 8 + 1 = 9
12x 8 = 96 + 2 = 98
123x 8 = 984 + 3 = 987
1234x 8 = 9872 + 4 = 9876
12345x 8 = 98760 + 5 = 98765, etc.
Estas disquisiciones, así como la “sección áurea” (a la que nos referiremos
en su oportunidad) ilustran una síntesis del Ocultismo: ciencia (aritmética),
espiritualidad (la intuición de que Dios subyace detrás) y estética (la belleza de
su expresión).
Pero volvamos a nuestros “grados”:
64º grado: 18.446.744.073.709.551.616_____ENERGÍA CRÍSTICA
Numerológicamente, 6 + 4 = 10 = 1. El 1 significa Acción, Iniciativa. Cristo
materializó en Acto una salvación que ya existía en Potencia. Pero además, la
sumatoria de los números que constituyen el grado 64 entre sí da 7
(1+8+4+4+6+7+4+4+0+7+3+7+0+9+5+5+1+6+1+6), la acción manifiesta de
Dios. En cuanto a la del grado 63, otra vez 8,
((9+2+2+3+3+7+2+0+3+6+8+5+4+7+7+5+8+0+0) donde se ve que Satán es
“más humano” ded lo que quisiéramos. Entonces:
65º grado: 36.893.488.147.419.103.232_________ENERGÍA DEL ESPÍRITU
SANTO
Y 6 + 5 = 11. Los números 11, 22 y 33 son considerados “maestros” y no
reducibles entre sí, pues implican la Perfección. Luego:
66º grado: 73.786.976.294.838.206.464__________ENERGÍA DIVINA, o
vibración de Dios en la naturaleza.
114
Pero observen qué interesante. Volcadas a papel todas las series, se verá
que si reducimos cada una a un solo dígito, éste, necesariamente, será uno de
éstos: 2, 4, 8, 7, 5, 1 ... y la serie 248751 (que, por otra parte, 2+4+8+7+5+1
= 9) vuelve a repetirse hasta agotar los 66 niveles. Y anotemos estas
observaciones:
Serie divina de fluctuación: 248751 / 157842
Pero,
27 72
+45 + 54
81 18 (obsérvese que son series encolumnadas)
153=9 144=9
a su vez, 153
+ 144
297 = 9 (igual sumatoria individual
que series entre sí)
Posibles combinaciones de estos 6 números entre sí, en todas las
disposiciones posibles = 36 (lo que también es 9).
Total de la sumatoria integral de esas combinaciones = 1782 = 9.
Y,
2 4 8 7 5 1 2 4 8 7 5 1
+ 1 5 7 8 4 2 - 1 5 7 8 4 2
4 0 6 5 9 3 = 9 9 0 9 0 9 = 27 = 9
Agrupación de a pares = 24 87 51
6 6 6
Total sumatoria de las 66 series entre sí = 6
Total sumatoria de los 66 grados entre sí = 2211 = 6
SUMATORIA ABSOLUTA de todos los valores reales de los grados,
cuantitativamente hablando: 147.573.958.676.320.946 = 6
¿Qué sacamos en claro de todo esto?. Que Dios y Satán son Yin y Yang,
quizás dos caras de una misma moneda, luz y sombra de una única fuente.
A propósito, es saludable observar que 64 parece el nivel máximo de
comprensión aprehendible por el ser humano en el aspecto crístico de la divinidad,
y en ese sentido, un juego cargado de tanto simbolismo esotérico como el ajedrez
cuenta con 64 escaques o casilleros. Un juego que el sabio persa Lahyr Sessa
creó para un aburrido príncipe hindú cuyo nombre se ha perdido. Maravillado, el
príncipe le dijo a Lahyr que pidiera la recompensa que deseara, y el sabio le
115
respondió que le bastaba un grano de arroz por el primer casillero, dos por el
segundo, cuatro por el tercero, ocho por el cuarto... y así hasta terminar.
Asombrado por su modestia, el príncipe lo citó al día siguiente para entregarle el
premio, mientras ordenaba a sus tesoreros preparar la “magra” recompensa. Pero
grande fue su sorpresa cuando el consejero real le informó que, según habían
calculado, no bastarían las cosechas de arroz de todo un siglo en toda la nación,
sembrando aún las áreas pobladas, para satisfacer la demanda. La cantidad de
granos pedido, como habrán advertido, era de 157.573.952.959.675.349.884 =
117 = 9. El límite de lo imposible para el humano.
Y en esta historia, también se encierra el secreto de la “multiplicación
geométrica” que constituyó la médula de estas líneas.
Para el interesado en cotejar las conclusiones aquí expuestas, facilito la
sucesión completa de los 66 grados:
i. 2
ii. 4
iii. 8
iv. 16
v. 32
vi. 64
vii. 128
viii. 256
ix. 512
1. 1.024
2. 2.048
3. 4.096
4. 8.192
5. 16.384
6. 32.768
7. 65.356
8. 130.712
9. 261.424
10. 522.848
11. 1.045.696
12. 2.091.392
13. 4.182.784
14. 8.365.568
15. 16.731.136
16. 33.554.432
17. 67.108.864
18. 124.217.728
19. 268.435.456
20. 536.870.912
21. 1.073.741.824
22. 2.147.483.648
23. 4.294.967.296
116
24. 8.589.934.592
25. 17.179.869.184
x. 34.359.738.368
1. 68.719.476.736
2. 137.438.953.472
3. 274.877.906.944
4. 549.755.813.888
5. 1.099.511.627.776
6. 2.199.023.255.552
7. 4.398.046.511.104
8. 8.796.093.022.208
9. 17.592.186.044.416
10. 35.184.372.088.832
11. 70.368.744.177.664
12. 140.737.488.355.328
13. 281.474.976.710.656
14. 562.949.953.421.312
15. 1.125.899.906.842.624
16. 2.251.799.813.685.248
17. 4.503.599.627.370.496
18. 9.007.199.254.740.992
19. 18.014.398.509.481.984
20. 36.028.797.018.963.968
21. 72.057.594.037.927.936
22. 144.115.188.075.855.872
23. 288.230.376.151.711.744
24. 576.460.752.303.423.488
25. 1.152.921.504.606.846.976
26. 2.305.843.009.213.693.952
27. 4.611.686.018.427.387.904
28. 9.223.372.036.854.775.808
29. 18.446.744.673.709.551.616
30. 36.893.488.147.419.103.232
31. 73.786.976.294.838.206.464
117
EPÍLOGO
Ciertamente, la ímproba tarea de tratar de dar visos “científicos” –en la
acepción del término que hemos visto a lo largo de este trabajo- al Ocultismo
es una tarea que recién comienza y satisfacerá a unos y escandalizará a otros.
Sin embargo, si nuestros análisis sirven cuando menos para que los
aficionados a este conocimiento arcano comiencen a descubrir por el esfuerzo
de su propia voluntad las claves lógicas que se encierran en sus enseñanzas,
a la par de acercar a otros el mensaje de tiempos antiguos, nuestra tarea habrá
recibido una sobrada recompensa. Porque en esta “lógica alternativa” y este
“metalenguaje” para expresar mensajes que campean por el Esoterismo, se
encierran las simientes no sólo de disciplinas que ganarán el futuro sino ,
quizás, de paradigmas culturales aún por descubrir, marcando así, no la
transformación de esta vieja, decadente y perimida civilización, sino el
nacimiento de una Nueva Civilización, el entorno real de un Hombre Nuevo.















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